23-11-2024 07:39:49 PM

La clase… ¿política?

Por Jesús Manuel Hernández

A mediados del año pasado un amigo que estuvo muy cercano a un gobernador me hizo una reflexión sobre la sucesión en Puebla con miras al 2024. Me puso dos nombres en la mesa, uno, el del Presidente del Tribunal Superior de Justicia, el otro, el líder del Congreso del Estado.

Basaba su reflexión en varios asuntos dignos a tomar en cuenta y cuya presencia sigue estando vigente aunque Héctor Sánchez ya está fuera de toda posibilidad.

El entonces presidente del TSJ podría sumar a una serie de grupos políticos que en su momento formaron lo que se llamó “la clase política”.

Sánchez es descendiente de conocidos abogados, Tirso Sánchez, emparentado con varios de los “Sánchez” exmilitantes del PRI y una serie de parientes y conocidos que en su momento fueron importantes en las cuotas del poder local. Además, decía mi amigo, “el gobernador lo aprecia”.

De Sergio Salomón Céspedes decía que su cercanía con la “familia” de Casa Aguayo le permitía el acceso y la confianza del gobernante, principalmente por su vida familiar sin escándalos y con muestras de prudencia y eso le gustaba al inquilino de Aguayo, por tanto, tenía una ficha para jugar a la sucesión.

Una avalancha se le vino a Héctor Sánchez, quizá errores personales, más puntualmente, errores aprovechados por “alguien” inmiscuido en la sucesión. Se atribuyó en su momento a Olivia Salomón la llegada de Carlos Palafox y por ende la salida de Héctor Sánchez, especulaciones sin mucho fundamento, pero que contribuyeron a reforzar la posibilidad de la poderosa Secretaria de Economía a colarse en el 2024.

Melitón Lozano sufrió algo similar a Héctor Sánchez, estorbaba para la decisión final y su puesto hoy es ocupado por un incondicional del grupo central que lleva las riendas de la carreta.

Todo esto hace pensar en la ausencia de una verdadera “clase política” poblana. Más bien vivimos la presencia de “grupos políticos” al contentillo de quien gobierna, es decir, cada gobernador se ha rodeado de sus incondicionales a modo y los políticos con fuerza individual no han sido capaces de formar un grupo con presencia.

Dicho de otra forma la manera de gobernar sigue siendo como en el pasado, con el control de los caciques y los grupos que representan.

Recientemente los poblanos hemos escuchado, leído o visto manifestaciones donde la honorabilidad o la fama pública de los actores políticos son puestas en duda.

Una serie de interpretaciones se viene dando a “sotto voce” en el ánimo de poner piedras en el camino a los opositores, muy a la poblana, con el sello del cotilleo.

Alfredo Toxqui quiso impulsar a una clase política donde estaban formados Miguel Quirós Pérez y Marco Antonio Rojas, pero su sucesor, Guillermo Jiménez Morales, no los tomó muy en cuenta, más bien impulsó a ”su propia clase política”, Victoriano Álvarez, Alfonso Zegbe, Jorge Murad, y algunos otros como Gabriel Reyes Cardoso o Raúl Castillo, que han transitado individualmente, no como grupo.

Guillermo no pudo dejar sucesor, le hubiera gustado Murad o Zegbe, pero se le atravesó Mariano Piña Olaya, quien también quiso dejar su marca en el territorio poblano; fabricó a Carlos Grajales Salas, en meteórica carrera, impulsó a Marco Antonio Rojas a quien quiso imponer frente a Guillermo Pacheco Pulido, que recibió el apoyo de los poblanos y logró ser candidato por el municipio de la capital, luego sucedido por Rojas Flores a quien no le alcanzó para “colarse” a la gubernatura, pues Manuel Bartlett fue enviado desde el centro.

El propio Bartlett también quiso proponer a su clase política, quizá con Ignacio Mier y Germán Sierra a la cabeza, José Luis Flores y Luis Antonio Godina, pero se le coló Marín a la dirigencia del PRI, tenía el control de Gobernación por las notables ”ausencias” de Palafox, decía el gobernador, quien tenía horarios muy dispares a los acostumbrados por el ex de gobernación federal.

Y, así las cosas, Melquíades, como se ha contado aquí en otras entregas llegó a ser candidato por voluntad de los grupos locales y también quiso impulsar a su clase política, Carlos Alberto Julián y Nácer, Germán Sierra, Rafael Moreno Valle, Víctor Giorgana y por supuesto Rafael Cañedo, quizá su favorito para sucederle.

¿Quién trascendió, quién sigue vigente?

La llegada de Mario Marín no fue diferente, se coló contra los intereses del grupo melquiadista, salvo por un puente de plata tendido desde la familia que otra ocasión valdría la pena contar.

Moreno Valle se fue por la libre y en la misma boda con Martha Érika, un cercanísimo al gobernador Morales Flores fue saludando a los invitados, Mariano Piña entre ellos y diciendo, “mi candidato es Marín”. Vaya tiempos y recuerdos.

Y Marín repitió la práctica de sus antecesores, dejar una nueva clase política con López Zavala y Mario Montero a la cabeza, Alejandro Armenta y Valentín Meneses, pero tampoco pudo dejar sucesor.

Sólo el finado Rafael logró imponer candidatos a la presidencia municipal, suplente, y gobernadores, Gali y su propia esposa. El resto de la clase política del morenovallismo, o difuntos o encerrados o alejados de Puebla.

¿Qué le depara a la clase política de Miguel Barbosa? Primero habrá que definir quiénes integran esa clase política, por supuesto David Méndez o Claudia Rivera no están en el grupo, tampoco los ya mencionados y renunciados. Aparecen entonces los nombres de Olivia Salomón, Sergio Salomón Céspedes y Gabriel Biestro, por el momento no se ve a nadie más.

Pero también el presidente Andrés Manuel quiere dejar a su clase política, en primera instancia al sucesor o sucesora de Palacio Nacional y en segundo lugar en las candidaturas a gobernadores de los estados donde Morena ya gobierna, Puebla por supuesto es importante.

¿Cuánto habrá de mostrar Miguel Barbosa a Andrés Manuel para que le deje o le consulte la decisión del candidato, o candidata por Puebla?

¿Por dónde pasarán las negociaciones? ¿Acaso por la contribución a la marcha o las marchas que vengan, a la garantía de votos y operación electoral?

El asunto está en que si López Obrador quiere dejar una nueva clase política habría que considerar si las corcholatas locales están en la visión presidencial, o si ya tiene el compromiso establecido con Nacho Mier o con Alejandro Armenta.

¿Y si Ricardo Monreal también quiere hacer su “clase política” y entre sus cartas de negociación estuviera Alejandro Armenta? ¿Acaso se repetiría el escenario de Gustavo Díaz Ordaz y Martínez Manautou quien al no poder ser presidenciable negoció la llegada del Gral. Rafael Moreno Valle a Puebla?

Por lo pronto hasta ahora las únicas corcholatas que han brillado, cercanas a Claudia Sheinbaum son precisamente Olivia y Sergio, un hombre y una mujer, por aquello de las cuotas de género en el 2024, dicho de otra forma, el gobernador está jugando en los terrenos que al presidente le interesan.

O por lo menos así me lo parece.

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