Por Rocío García Olmedo
Hay en México más de 100 mil personas desaparecidas en los últimos 58 años, la enorme diferencia es que el 97% son casos posteriores al 2006 y que se han agudizado desde el 2018. Una de cada cuatro personas desaparecidas en México son mujeres y sólo ha habido 35 sentencias a los perpetradores. (Datos, ONU 2022).
Desgarrador.
Tan desgarrador como la respuesta del Secretario de Gobernación del gobierno federal Adán Augusto López a madres buscadoras, familiares de personas desaparecidas y colectivos feministas que se manifestaban a las afueras de esa dependencia a su cargo, hace tan solo unos días, que obliga a abordar nuevamente el tema.
A la pregunta del Secretario de “¿usted confía en mí?” le responde una mujer “Pues la verdad ya no confío en nadie” de inmediato el Secretario le revira “pues yo tampoco confío en ustedes”.
Aterradora respuesta, ante los datos desgarradores de desapariciones que se tienen en México mencionados.
Confianza es “la creencia, esperanza y fe persistente que alguien tiene, referente a otra persona, entidad o grupo en que será idóneo para actuar de forma apropiada en una situación o circunstancia determinada.”
Por supuesto que la confianza es fundamental a nivel social y hay que reconocer que en México hay una crisis de confianza a la que mucho han sumado las actitudes de las mismas personas responsables de las instituciones que deben prevenir, atender y sancionar todo tipo de inseguridad y violencias.
¿Cómo poder confiar ante las omisiones de esas autoridades, que son las responsables de otorgar la garantía y protección de la seguridad, la aplicación de la ley, los derechos humanos de todas las personas?
¿Cómo tener confianza, ante la crisis de desapariciones, pero también forense que existe en México, cuando se documenta que los casos se han agudizado desde el 2018?
¿Cómo tener confianza si desde 2019 que debía haber iniciado la operación del Banco Nacional de Datos Forenses no ha iniciado operaciones?
¿Cómo tener confianza si los expertos sostienen que antes del 2006, las desapariciones respondían a motivaciones políticas y ahora se realizan en el contexto del narcotráfico y el crimen organizado?
Decía mi abuela (QEPD) “la confianza se gana”
Entonces, cómo pretende ganarse confianza, ante las impudencias y falta de sensibilidad de la persona que no entiende el calvario que viven esas familias que lo único que han percibido es su inacción, su indiferencia y ahora también su evidente demostración de falta de empatía por parte del responsable al frente de la política interior del país; y que ahora también, ha sido elevado al nivel de “corcholata” como uno de los probables candidatos a presidente de la República en el 2024.
Dicen los que saben que ser popular es una necesidad en política, sin embargo la popularidad implica la capacidad para conectar con más personas. Es un lazo que se tiene que construir, más aún si se aspira a una representación popular y si no se sabe escuchar, conciliar, gobernar bien, qué podemos esperar.
Los prejuicios provocan desconfianza, bastante hay con la criminalidad y la violencia en rangos de descontrol que vivimos. Bastante tenemos con la falta de aplicación de las leyes y con eso del “y no me vengan ahora con eso de que la ley es la ley” peor aún. Bastante tenemos con los niveles de impunidad que se agudizan.
Parafraseando el mismo comentario que usó lisonjeramente el mismo Secretario Adán Augusto en otra de sus ya varias pifias que se le acumulan desde que fue convertido al rango de “corcholata”.
“Los tiempos del señor son perfectos” y lo son, sin duda, porque también nos permiten darnos cuenta –a dos años de que elijamos al nuevo gobierno federal- quienes son realmente las “corcholatas” que pretenden acceder a esas posiciones.
Personas desaparecidas. Autoridades desaparecidas. Aterrador.