Por Valentín Varillas
Hay quienes aseguran que la historia es cíclica.
Y que en política, en este interminable ir y venir, terminas haciendo lo mismo que en su momento tu enemigo.
Cada vez son más las voces que aseguran que la manipulación del padrón de militantes de Morena va a ser una realidad que jugará en el proceso de renovación de la dirigencia del partido en Puebla.
Y eso, en los hechos, resulta demoledor.
Quitarle a quienes realmente forman parte de las entrañas del Movimiento el derecho de decidir la elección de sus liderazgos, además de injusto, supone claudicar a la búsqueda de aquella institucionalidad de la que tanto se habla en el discurso, pero que está completamente ausente en los hechos concretos.
Hacerlo, sería recurrir a la escuela que dejó Moreno Valle.
A esa manera de hacer política que, en teoría, tanto se repudia hoy en la aldea.
Fue a través de la manipulación e infiltración del padrón de militantes del PAN, como el poblano se hizo con el control del centro neurálgico de la toma de decisiones a nivel nacional y por supuesto en Puebla.
La estrategia, fue avalada en su momento por Gustavo Madero y Ricardo Anaya, quienes se beneficiaron de un listado de afiliados amañado, para ganar fácilmente la presidencia del CEN blanquiazul.
Cuando los apetitos políticos de Anaya y Rafael se cruzaron, la cloaca se destapó.
Ricardo anunció una “limpia” al interior para que únicamente los panistas “auténticos” decidieran en el proceso de selección del candidato a la presidencia en el 2018.
La Comisión de Transparencia y Reingeniería del Padrón, instancia encargada en ese momento del proceso, dio a conocer una disminución de un 30% del total, es decir, pasó de 480 mil a 350 mil inscritos.
Los demás, eran “cachirules”.
La depuración la llevó a cabo Ernesto Ruffo y la verdad, resultó todo un éxito.
Una nota publicada en La Jornada explicaba perfectamente los procedimientos que se llevarían a cabo para que el PAN tuviera por fin un padrón confiable.
Para refrendar la militancia, los interesados “tendrán que acudir a los comités estatales o municipales y registrar su huella dactilar en un equipo de cómputo enlazado al Instituto Nacional Electoral (INE), el cual verifica si corresponde con los datos de las personas”.
Lo anterior, se determino después de que “se detectaran afiliaciones “de papel” o de “carácter corporativo”, es decir, “de personas que no tenían ningún interés de participar en Acción Nacional, pero que fueron inscritas con el único fin de que votaran en los procesos internos de selección de candidatos o dirigentes”.
Esta limpia, fue fundamental para echar por tierra el proyecto presidencial de Moreno Valle.
Un castillo de naipes.
Un gigante con pies de barro que había cimentado su “fuerza” y su popularidad al interior del partido en auténticos fantasmas.
Por eso no creció lo necesario.
A pesar de los cientos de millones gastados en publicidad y medios, jamás pasó del tercer lugar en las mediciones internas de los presidenciables del blanquiazul.
Muchas manos ajenas, con todo tipo de intereses más allá de los estrictamente partidistas, tomaron las decisiones más importantes del PAN, mientras el morenovallismo fue el grupo político hegemónico en Puebla.
¿De verdad eso quiere Morena?
¿Verse en semejante espejo?