Por Alejandro Mondragón
El presidente Andrés Manuel López Obrador ya le puso su pista de aterrizaje a la Cuarta Transformación con la apertura de operaciones del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
Que si fue una obra que rebasó costos, que está fea, que la chingada, lo cierto es que hoy el proyecto de la 4T tiene un emblema.
Y desde ahí bajarán el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. El punto es que ningún opositor a la 4T creyó que se concluirá la obra, que nunca se entregaría y con ello exhibir a López Obrador.
La línea discursiva de sus adversarios era muy clara: AMLO, el destructor de México.
El problema es que el mandatario se despojó del traje de peligro para el país, de quien era incapaz de concretar algo.
Los opositores tendrán que replantear su oferta para el 2024, pues la 4T tiene su emblema. Falta claro que el aeropuerto sea internacional y funcione como lo prometieron, pero ello requiere tiempo. No se puede declarar su fracaso con dos días de operación.
López Obrador sabe que la inauguración de la terminal aérea era la base para el siguiente paso que será la consulta de revocación de mandato y, luego, vendrá la reforma eléctrica que ajustará a sus intereses con sus principales socios comerciales: Estados Unidos y Canadá.
Al interior servirá para jalar a los 17 gobiernos morenistas para ir construyendo la renovación de poderes para el 2024.
Los adversarios apostaban a que no lo lograría y lo hizo. Ese es el problema de cifrar el éxito propio en el fracaso del oponente.
En política, lo que parece es, y López Obrador propinó un golpe estratégico a sus críticos, quienes hoy siguen con sus quejas de que el aeropuerto Felipe Ángeles está feo, muy lejos y la chingada.