Por Valentín Varillas
El presidente López Obrador, la hizo pedazos en su discurso de la mañanera del viernes.
La convirtió en girones y no escatimó en adjetivos para repudiarla con toda contundencia.
La aprobación por parte de la mayoría de diputados de Morena y sus aliados, de una ley que le permite a los patrones descontarle a sus trabajadores -directamente de su salario- los créditos que tengan con distintas instituciones financieras, le cayó al jefe del ejecutivo federal como patada en el segundo tercio del cuerpo.
Sí, en aquella parte tan sensible y querida de la anatomía masculina.
Y es que, en los hechos, darle forma a semejante marco legal, significa, simple y llanamente, ir en contra de la columna vertebral del discurso de la 4T.
Ese en donde son siempre primero los pobres, los desprotegidos, los que integran aquel pueblo bueno que con dignidad y estoicismo, han resistido históricamente su miserable realidad.
AMLO fue demoledor en sus críticas a los diputados de su partido.
Implícitas todas, pero igual de letales.
Aquella frase que utilizó para asegurar que con la aprobación de esta ley se regresaba a los tiempos en donde operaban las famosas “tiendas de raya”, no tiene desperdicio.
Se vio en la penosa necesidad de recordarles que, de acuerdo a la ideología que dicen defender, “el salario es sagrado”, que “no se toca” y que es “la única manera que tienen los trabajadores para llevar el sustento a sus familias”.
El que los supuestos paladines de las causas sociales hayan preferido defender los intereses de las millonarias instituciones financieras, antes que los intereses de las mayorías, es una contradicción monumental.
Ni siquiera los fifís, neoliberales, conservadores Prianistas; los grandes enemigos del país que por su desmedida ambición y su enfermizo mercantilismo, tienen como único dios al dinero, se atrevieron a tanto.
Y entonces ¿qué pasó?
¿Por que la jugó así el coordinador de la bancada de Morena en la cámara baja, el poblano Ignacio Mier?
¿No que hay línea directa con la oficina principal de Palacio Nacional?
¿No se supone que goza de derecho de picaporte?
¿Que existe entre ellos no solo una comunidad de objetivos, sino una indestructible línea de comunicación, directa y sin intermediarios?
Se vende mucho que Mier es el operador estrella de López Obrador.
Que el tabasqueño le delega los asuntos que considera prioritarios en materia legislativa, confiando es sus dotes y buenos oficios como eficaz operador.
Entre estos asuntos, por supuesto, el de la famosa Reforma Energética.
Esa que saldrá, no por los foros y el circo que se ha montado a su alrededor, buscando un evidente lucro político.
Sino porque los gringos ya vinieron a dar línea de cómo y cuándo la quieren.
Para eso estuvo en México John Kerry, el enviado del presidente Biden para asuntos del Clima, el 10 de febrero pasado.
Pero regresando al tema Nacho Mier ¿bajo qué contexto o lógica pudo haber cometido semejante error?
¿O no lo fue?
Porque puede suceder, como ha sucedido siempre en la historia de este país, que otro tipo de intereses hayan normado el cabildeo, la negociación y la orden a los diputados de Morena para que avalaran semejante atentado a los intereses de los que menos tienen.
Tanto enfureció al presidente el tema, que dictó el acta de defunción de esta reforma cuando declaró que espera que el Senado la eche para atrás y corrija el cochinero que hicieron el jueves por la tarde sus lacayos en San Lázaro.
Y que si no es así, ejercerá su derecho de veto para que esta legislación jamás entre en vigor.
¿Qué tal?
Demoledor ¿no cree?
Después de su papel en la aprobación la “reforma maldita” ¿cómo quedarán los bonos del poblano en su relación con el presidente?
Con el que tiene en sus manos la decisión de hacerlo o no, candidato a la gubernatura de Puebla en el 2024.
Porque para Mier, no existe ni va a existir, una vía alterna para acceder a la nominación.
Su futuro depende, única y exclusivamente, del dedazo presidencial.
No hay de otra.