Por Alejandro Mondragón
Lo que para el común denominador la reelección y, sobre todo, la forma en la que la concretan los actuales dirigentes de los partidos opositores representa un descarado acto de gandallez, hay que analizarla desde otro enfoque.
Sí, el de la interlocución con un gobernador, Luis Miguel Barbosa, quien en septiembre y octubre dispondrá de todas las fichas de poder, en el legislativo y alcaldías.
Sus adversarios están reducidos a su mínima expresión, al interior de la 4T, por lo que ya no habrá que buscar otros interlocutores dentro y fuera de Puebla, más que a Barbosa Huerta.
Con él se arregla o desarregla todo. Eso lo saben los líderes de los partidos, quienes con la sola posición legislativa que tendrán (unos diputados locales Néstor Camarillo, PRI; Jaime Natale, Verde Ecologista; y Fernando Morales, Movimiento Ciudadano; y Genoveva Huerta, del PAN, como diputada federal) no bastará para mantener la interlocución con el mandatario poblano.
Requieren, sin duda, sostener las riendas de sus partidos para impedir que otros actores los desplacen de los acuerdos y negociaciones que vendrán con intensidad, en las próximas semanas.
¿A poco Genoveva dejará que Eduardo Rivera asuma tal interlocución que la tendrá como edil, pero no como jefe político del PAN?
Lo mismo ocurre con otros opositores. Es no perderse como uno más de los legisladores locales o federales.
Por supuesto que juegan los conflictos internos, las diferencias existentes, pero en el fondo se trata de ser interlocutor válido para lo que viene.
Pueden ser gandallas, pero no tontos/as en momentos en que la 4T se mantendrá como la fuerza hegemónica de poder y en Puebla no habrá sombra sobre lo que quiere políticamente el gobernador.
¿Qué quiere?
Él sólo lo sabe, pero de eso que sabe quieren ser participes los opositores como interlocutores válidos.