Por Valentín Varillas
El presidente ya adelantó los tiempos.
Como nunca antes, su proceso sucesorio está en marcha apenas entrando a la mitad de su sexenio.
Es claro que jugará con un par de fichas fijas: Sheinbaum y Ebrard y que tal vez eche a andar a un tercero que pudiera desmarcarlos de la enorme presión que supone ser considerado como “presidenciable” por un espacio de tiempo mayor a tres años.
Quienes conocen lo que se maneja en los pasillos de Palacio, apuestan por el actual gobernador de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, tabasqueño, a quien para darle reflectores nacionales podrían mandarlo a Gobernación en lugar de Olga Sánchez Cordero.
A diferencia de lo que sucede con la élite del poder, en la oposición hay muchas más dudas que certezas en lo que a la sucesión presidencial se refiere.
De entrada, porque tendrán otros asuntos más urgentes que atender en el corto plazo.
Por ejemplo: mantener los acuerdos a los que llegaron cuando conformaron el bloque que enfrentó a Morena en el más reciente proceso electoral.
De fracturarse esta alianza, es claro que las posibilidades de arrebatarle el poder a la 4T disminuyen exponencialmente.
Y habrá muchas tentaciones y riesgos en el camino.
La primera: dejarse seducir por el canto de las sirenas oficiales.
Un atractivo paquete de privilegios y prebendas se está preparando para convencer a quienes en su momento podrían darle los votos a Morena y sus aliados y perfilar las reformas legislativas que son de altísima prioridad para el presidente.
A la par, ahí están las instituciones públicas, siempre dispuestas a su uso faccioso desde el poder.
Y ni cualquiera aguanta su embate.
Ya vimos que, en estos tiempos de supuesto cambio en el país, instancias como la SHCP, la UIF o la FGR, pueden ser utilizadas para ajustar cuentas en contra de los “enemigos” de régimen.
Pero más allá de todo esto, el gran reto para los opositores a AMLO es darle forma a un candidato potencialmente competitivo para el 2024, con un proyecto y discurso propios bien definidos.
Y la caballada está flaca.
Los adversarios de la Cuarta Transformación han basado su oferta electoral en señalar los yerros, omisiones, errores y corruptelas de quienes hoy ocupan cargos públicos, pero todavía no queda claro, en el imaginario colectivo, qué es lo que ellos realmente ofrecen.
Sobre todo porque, la gran mayoría de ellos, fracasó monumentalmente cuando tuvieron la responsabilidad de ser gobierno.
Si bien tuvieron un buen resultado en la Ciudad de México y en alcaldías de municipios de declarada vocación urbana, en las gubernaturas y congresos estatales no les fue nada bien.
López Obrador cuenta ya con más gobernadores emanados de su partido,; virreyes con libertad y autonomía para operar con gente y recursos a favor de quien sea el candidato que garantice la continuidad del Movimiento.
La supuesta transformación de México.
La caballada, parece flaca.
Se habla de Anaya, Osorio Chong, Meade, Enrique de la Madrid, Pancho Domínguez y hasta Margarita Zavala.
A ella le ayudan, además de su condición de género el haber sido la candidata a una diputación federal más votada de todo el país, en la elección del 6 de junio pasado.
Su reconciliación con el PAN es un hecho y es posible que, en la próxima renovación de la dirigencia nacional blanquiazul, el grupo del ex presidente Calderón se fortalezca.
Tiene en contra, sin embargo, la pesada losa de un sexenio para olvidar.
A ver si le alcanza.