Por Alejandro Mondragón
En política, los amigos son de mentira, los enemigos de verdad.
Eso reza la máxima para explicar que en los juegos de poder ya se sabe a qué atenerse con los adversarios reales, pero con los aliados de ocasión, ufffffff.
El ejemplo más claro de la forma en la que apuñalaba a sus “amigos de ocasión” o “aliados de coyuntura electoral” fue el entonces gobernador Rafael Moreno Valle.
Pedía a personajes como Antonio Gali Fayad acercarse con sus enemigos para sumarlos a la campaña. Darles posiciones para después traicionarlos.
El entonces candidato a la alcaldía de Puebla, Antonio Gali, ejecutó una operación cicatriz con los damnificados del grupo en el poder. Era el 2013.
Llegó a acuerdos con la Doña, Ana Teresa Aranda para que se sumara a su campaña y a cambio ella solicitó espacios. Uno de ellos, la candidatura de la coalición “Puebla Unida”, integrada por el PAN, PRD, Panal y Compromiso por Puebla por el municipio de Palmar de Bravo.
Sería la reivindicación de su principal operador Pedro Barojas, detenido en 2011 cuando asistía a la primera asamblea estatal del PAN y recluido en los dos primeros años del morenovallismo, por el presunto desvío de 768 mil pesos. Quedó en libertad y fue la carta negociada entre Gali y Anatere.
Moreno Valle jamás aceptó nada con la Doña, pero le dijo que sí a Gali, nada más tenía oooooootros planes: las candidaturas comunes, en la mayoría de los municipios.
Dejó fuera algunos, pocos, pero particularmente uno: Palmar de Bravo.
Cobijado por los caciques regionales, ahora dedicados al huachicol, el gasolinero Pedro Morales fue postulado por el Pacto Social de Integración.
Está claro el origen del financiamiento de su campaña, después de que la PGR lo detuvo por lavado de dinero y ligas con los huachicoleros.
A diferencia de Baroja, el abanderado del PSI recibió respaldo político, recursos, movilización, recursos sin precedentes para un municipio, donde Moreno Valle prefirió pactar con el Diablo (dígase huachicoleros) para reventar a su enemiga Anatere Aranda y, por ende, traicionar al PAN, PRD, Panal y Compromiso por Puebla, juntos.
A Morales lo cobijaron los capos de la gasolina, quienes pactaron con el morenovallismo. El Toñín, por ejemplo.
Morales ganó la elección de calle ante el candidato de la coalición Puebla Unida. El argumento siempre fue: ni eso pudo ganar Anatere, cuando en realidad jugaron con el candidato huachicol.
Con este caso se exhibe que aquellos que ofrecen alianzas para ganar al enemigo, en realidad suelen tender trampas para deshacerse del amigo/a.
¿Ocurrirá lo mismo con el senador Alejandro Armenta Mier y la alcaldesa Claudia Rivera Vivanco, así como otros que apostaron ya por su padrinazgo para armar el proyecto 2024?