Por Valentín Varillas
No, no hemos tocado fondo en materia de pandemia.
Es más, todo parece indicar que todavía estamos lejos de hacerlo.
Y es que, las consecuencias de lo que veremos en las próximas semanas, nos ponen ante un escenario muy complicado para finales de abril y principios de mayo.
Más complicado todavía de lo que vivimos a finales de aquel oscuro 2020.
El periodo vacacional de las semanas, Santa y de Pascua, será sinónimo de una altísima movilidad social.
Los principales destinos turísticos nacionales empiezan ya a registrar niveles de ocupación similares a los de antes de la pandemia, con todo y las restricciones que supuestamente aplican los gobiernos de los estados en lo que se refiere a hoteles y centros vacacionales.
La oferta de renta de casas y departamentos ha crecido de manera exponencial y ha sido una manera de darle la vuelta a las limitantes que existen en materia de hospedaje.
Las reservaciones de excursiones, cruceros, experiencias y demás actividades, están también al tope de acuerdo con los números reportados por los empresarios del ramo.
El turismo nacional y extranjero, en cantidades industriales, se prepara ya para tomar al país por asalto y desfogar toda la frustración acumulada por más de un año de pandemia.
Sume a esto las fiestas y actividades clandestinas que se siguen llevando a cabo en prácticamente todo el país, sin que las autoridades hayan podido hacer algo realmente efectivo para combatirlas.
Si, los días que vienen serán una auténtica válvula de escape para miles de personas que van a coexistir en un mismo espacio sin aplicar las medidas básicas de prevención para evitar contagios.
Esta catarsis resulta muy necesaria en lo psicológico, pero puede ser muy peligrosa en materia de contagios y sus consecuencias.
De nueva cuenta, el sistema hospitalario público y privado va a ser puesto a prueba.
Y existe, otra vez, un alto riesgo de colapso.
El Plan Nacional de Vacunación, puesto en marcha por el gobierno federal, presenta atrasos importantes.
Imposible pensar que las vacunas aplicadas en México puedan contener siquiera en una mínima parte el potencial de casos que van a presentarse después de las vacaciones.
Está también el tema de las mutaciones del virus.
Algo de lo que se habla muy poco en México y de lo que se entiende todavía mucho menos.
No, el escenario no pinta bien.
Los oscuros nubarrones vuelven a ser visibles en el horizonte, cada vez con un daño potencial mucho mayor.
Quienes pensamos que lo peor de la pesadilla había pasado con el 2020, tendremos que empezar a considerar la posibilidad real de que, este 2021 sea en realidad, el peor año de la pandemia.