Por Valentín Varillas
Baja California es un estado simbólico para el PAN.
Ahí se dio el primer triunfo de un militante del blanquiazul en una gubernatura y también la primera derrota en la historia del PRI en una entidad federativa.
En el contexto de aquel 2 de julio de 1989, se trataba de un auténtico oasis democrático, en medio del desierto autoritario que representaba el régimen de partido único que por décadas había prevalecido en nuestra mal llamada democracia.
Hasta la fecha, en aquellos discursos que pretenden ensalzar los valores del panismo, se hace referencia una y otra vez a semejante gesta heroica.
Sobre todo cuando la militancia anda cabizbaja y alicaída.
Hoy, todo parece indicar que la actual dirigencia del partido que representa a la derecha institucional, ha dejado de valorar ese estado de la República.
Que ya no le importa.
Que con sus decisiones, le ha inclusive faltado el respeto a aquella victoria de hace 32 años y a quienes a sangre y fuego la fraguaron.
Acción Nacional ha decidido llevar como candidata a la gubernatura de BC a Lupita Jones.
Una mujer valiosa, que en su momento llevó el nombre de México muy alto, lo más alto posible, pero en una disciplina muy distinta a la política y el servicio público.
Y no, por más que le busquen alguna salida digna a semejante decisión, no hay lógica posible que la justifique.
Mucho menos en el contexto actual, en donde el discurso opositor se ha centrado en exigirle al presidente -con mucha razón por cierto- que con sus dichos y hechos abone a elevar el nivel del debate público nacional.
¿Así lo pretende hacer el PAN?
¿Con ese ejemplo?
¿Con ese perfil y nivel de candidatos?
Y no hay que confundirnos: no se trata, ni de cerca, de un asunto de misoginia.
Aquí el género no tiene absolutamente nada que ver.
Al contrario.
La candidatura de la señora Jones es, en realidad, una falta de respeto a las mujeres panistas.
Las que llevan décadas rompiéndose la madre por el partido.
Las que se han preparado con esmero para poder aspirar, con todo derecho y justicia, a los cargos de elección popular más importantes que se juegan en cada proceso.
Y debe de haber muchas.
En Baja California y a lo largo y ancho del país.
El mensaje es demoledor: hagas lo que hagas, siempre podrá venir una figura pública famosa que, sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo, te haga un lado y te elimine de una contienda.
Así, de golpe y porrazo, por mera imposición.
Si todo lo anterior no refleja lo que en realidad está sucediendo en el proceso de selección de la candidata en Baja California, entonces se trata de un escenario mucho más grave.
El fracaso absoluto del partido en el proceso de formación de liderazgos y cuadros potencialmente competitivos, para enfrentar elecciones tan importantes como las que se van a llevar a cabo en el país en junio próximo.
El no tener de otra más que sacrificar a los de dentro, porque de plano no son capaces de ganar en las urnas.
De traducir en votos contantes y sonantes tantos años de aspirar a ser políticos profesionales.
Esos que, hoy más que nunca, le urgen al país.
Vaya panorama.