Por Jesús Manuel Hernández |
Pasan los días rumbo a las elecciones y los militantes y aspirantes de la ciudad de Puebla están siendo testigos de cómo la realidad está superando el interés común de los objetivos de cada instituto registrado en el INE: la toma del poder.
El objetivo principal de una institución que se registra para competir en los procesos electorales es tomar el poder y en consecuencia aplicar desde su concepción las estrategias para brindar una mejor calidad de vida a los habitantes de la ciudad que gobiernan.
Por muchas décadas en el PRI hubo pataleos, juego sucio, de ahí la práctica del “dedazo”, la orden del Ejecutivo, del mandamás para que todos se queden quietos y respeten la “unidad” en torno al objetivo común.
Los intereses personales debían sujetarse al interés máximo de la dirigencia nacional, del presidente en su caso, y con eso el sistema se mantuvo a flote, repartiendo las cuotas de poder.
Los panistas en cambio, acostumbrados a la derrota y al fogueo de repartir propaganda, pitar calles y colgar pendones, se veían en la necesidad de “invitar” a ciudadanos distinguidos para que aceptaran las candidaturas por ciudades importantes como Puebla, donde una campaña además de ser de forcejeos con los opositores, costaba dinero, y ese era un factor importante para acercarse al triunfo.
Pocas veces un gobernador ha podido llanamente dejar a su sucesor y otras pocas tener el control sobre el Ayuntamiento de la capital, casi siempre reñido en las formas y el estilo con el del gobernador.
El primer golpe al hígado priísta lo dio el grupo que llevó a Gabriel Hinojosa a la Presidencia Municipal en una alianza nunca antes vista: empresarios, partido y corrientes de movimientos ciudadanos cercanos a la izquierda intelectual. Manuel Bartlett tenía un candidato, Germán Sierra, a quien dejó decidir sobre su campaña, estilo y estrategia, y se dedicó a convencer, al menos lo intentó, de la bondad de que Sierra fuera Presidente Municipal para darle continuidad al Programa Regional Angelópolis, pero los empresarios que antes fueron sus aliados al conseguir la candidatura y buscaron deshacer la operación de la expropiación de lo que fuera la reserva territorial, le dieron la espalda y mandaron y todos sus activos a favor de Hinojosa, organización de la sociedad y dinero se impusieron al PRI de aquellos tiempos.
El morenovallismo tuvo la gracia de mostrar que las ideologías estaban terminadas y que la política aislada, con muchos frentes era la mejor forma de que el PRI continuara en el cargo, además, les enseñó a algunos el efecto del factor ”dinero” y cómo se podía prolongar al grupo en todas las direcciones y posiciones.
Tanta fuerza, tanto desgaste provoco que los de enfrente se unieran, se organizaran y le dieran un manotazo en Puebla.
Ahora los partidos, o más bien los grupos políticos están enfrentando un asunto que habían olvidado, poner en el objetivo central mantener el poder o arrebatárselo al enemigo.
Los caminos para hacerlo siguen siendo prácticamente los mismos y algunos personajes vuelven a la luz luego de servir de alfombra.
En Puebla una corriente de ciudadanos y panistas ha estado a favor de Eduardo Rivera, desde siempre, quizá sin razonamiento, cumpliendo órdenes o simplemente dejándose llevar por el pasado, Rivera Pérez era el mejor producto de la alianza patrocinada, promovida y auspiciada por los empresarios panistas que dejaron entrar a Moreno Valle a las filas de Acción Nacional.
Pero son otros tiempos, otros los grupos emergentes y pareciera que el criterio que se impone es un tanto del pasado y no responde a las necesidades de hoy día.
Rivera Pérez tiene con qué ganar, muy cierto, pero no sólo, necesita de los grupos, de los patrocinadores, de sumar los intereses comunes y dejar un tanto el interés personal, quizá ahí esté la clave de entender qué está pasando.
Rivera Pérez en un intento por sumar a los grupos de fuera en su favor, ofertó regidurías a los partidos que se aliaron al PAN contra MORENA, el reparto lo hizo a título personal, se le olvidó su partido, no consultó con su presidenta y quiso imponer su decisión ante el CEN.
El resultado ha sido el esperado por quienes ven los toros desde la barrera: hay división en el PAN; hay descomposición, has estilos, formas, intereses de adversarios más que de objetivos comunes y eso coloca al PAN y su alianza con el PRI y el PRD en un camino peligroso.
Como siempre sucede “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
O por lo menos, así me lo parece.