Por Alejandro Mondragón
El panista que mejor entendió la competencia electoral para ganar fue el fallecido exgobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle.
E hizo todo lo bueno y lo malo para imponerse en las elecciones desde que se llevó la suya: 2011.
Acuñó la frase: (En los comicios) cuando pierdo, empato.
Una y otra vez lo dijo: Al PAN, sin alianzas, simplemente no le da para ganar.
Bajo esa óptica, el entonces gobernador Rafael Moreno Valle utilizó las coaliciones partidistas (2011) y las candidaturas comunes para afianzarse en el poder (2013).
En 2015 dejó incluso que su aliado Enrique Peña Nieto se llevara la mayoría de distritos y los pocos panistas que ganaron se sujetaron a los intereses del entonces Presidente.
Tan le valía lo que el PAN estipulara que cedió la mejor posición del Senado a la no panista Nadia Navarro, hija del líder del Pacto Social de Integración. Ningún liderazgo blanquiazul protestó.
Pero además realizaba otro tipo de alianzas que se fraguaban al calor de la contienda. Las no vistas, aquellas que tenía con priistas para ir minando las acciones del PRI.
Ahora que los panistas han puesto en riesgo la alianza con el PRI y PRD y su candidato más fuerte, Eduardo Rivera Pérez asegura que no necesita incluso al PAN para ser candidato y ganar, Moreno Valle debe estarse riendo desde la tumba.
Para el morenovallismo no había otra cosa más que aliarse hasta con satanás para ganar, imponerse, tener el poder.
Peeeero los panistas de siempre ahora se asustan, porque no está en su genética ganar el poder, sino poder controlar al partido, como agencia de colocaciones de empleo.
Eso sólo importa, no otra cosa.
