En política, los afectos terminan en el preciso momento en que aparece algún interés de sobrevivencia o trascendencia.
Mariano Piña Olaya sacrificó a Marco Antonio Rojas Flores apenas se enteró que el CEN del PRI (operado desde Los Pinos) abría el camino a Manuel Bartlett Díaz para la gubernatura, tras un sexenio plagado de corruptelas. Para sobrevivir sacrificó su carta.
El propio Manuel Bartlett abrió el proceso electoral cuando soñó con ser Presidente de la República. José Luis Flores Hernández fue arrollado políticamente por Melquiades Morales Flores. Quiso trascender.
El ex gobernador iba con Germán Sierra Sánchez, pero ante el temor de pasar a la historia como el priísta que entregó el poder, no le quedó más remedio que dejar pasar a Mario Marín Torres. Es decir, sobrevivió y hoy está feliz en el Senado.
Ahora en la coyuntura sucesoria está claro que el afecto del gobernador se encuentra en Javier López Zavala. A diferencia de sus antecesores, Marín no aspira a otra posición y sabe que su trascendencia que al mismo tiempo será su sobrevivencia depende de dejar a su Delfín. Enrique Agüera Ibáñez, quien también es hombre de sus afectos por esa razón no quedó.
De hecho, en un intento de negociación con intereses nacionales y locales abrió el juego de la sucesión, pero para la presidencia municipal de Puebla.
Ahí, juega muchas cartas.
De acuerdo con investigaciones hechas si por el afecto de Mario Marín fuera el valor de la decisión quien resultaría favorecido sería Valentín Meneses Rojas, el secretario Pink de Comunicaciones y Transportes. El problema del llamado Vale es que le falta lo que en ocasiones se pide del vino: cuerpo para estar en su punto y ser.
El propio Marín lo declaró en el 2004. “Si por mi hubiera sido el candidato a la alcaldía no hubiera sido Enrique Doger, sino Mario Montero o Valentín Meneses”.
Con esta afirmación sabía que el afecto pasa a segundo plano en la política en aras de alcanzar un bien mayor para ejercer el poder.
Si por el afecto de Javier López Zavala fuera su fórmula en la alcaldía sería su tocayo Javier García Ramírez. Blanca Alcalá, la alcaldesa, seguro iría con Jorge Estefan Chidiac y no con Víctor Manuel Giorgana.
A Enrique Doger lo acompañaría Jorge Ruiz Romero, el mentado “Sirenito”.
Está claro que la política no conoce de afectos, sino de intereses, muchas veces circunstanciales; es decir, qué tanto la competencia obligue a rectificar.
En este escenario, se explicaría por qué no fue López Zavala ni Meneses quienes compitieron en el 2007 por la candidatura a la presidencia municipal, la cual recayó finalmente en Blanca Alcalá Ruiz.
Así, el principal instrumento que endurece el corazón es la encuesta, la cual sirve de argumento para decirle al afecto: perdimos.
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