Por Valentín Varillas
Un grupo de trasnochados de la política nacional, con una supuesta influencia en torno al presidente López Obrador, juran y perjuran que tienen los tamaños para dar un golpe de timón en Puebla y lograr que uno de “los suyos” llegue a la gubernatura del estado a partir de enero del 2021.
Amarran navajas, inventan escenarios, mienten a diestra y siniestra, pretendiendo que alguien les compre su tan particular y sesgada visión de la política nacional.
Tienen, según ellos un as bajo la manga.
La carta fuerte de sus sueños húmedos es César Yáñez.
Aquel de la faraónica boda realizada en Puebla y que fue pagada en buena parte por los enemigos de Andrés Manuel López Obrador y de la 4T.
La misma que le costó haber sido defenestrado del círculo más cercano del hoy presidente de la República, después de haberse publicado en las revistas de “socialité” con mayor tiraje y ventas en el país.
Una afrenta a la austeridad republicana, tan vendida y cacareada en el discurso público.
Se trata de ese personaje que, en la coyuntura electoral del 2018 en Puebla, pudo pactar con el morenovallismo, la injusta encarcelación de su pareja a cambio de apoyos de tipo político.
Una secretísima reunión con la entonces candidata, Martha Érika Alonso, con la presencia del gobernador Tony Gali, principal artífice de la liberación de Dulce María Silva, selló el compromiso de sumar a la continuidad de aquel grupo al frente de la gubernatura poblana.
No les importó que el proyecto e ideología del candidato presidencial y amigo, fueran en un sentido completamente opuesto al de Moreno Valle y compañía.
Por eso fueron de los más felices cuando conocieron el bizarro fallo del TEPJF de aquel 8 de diciembre del 2018 y se contaron entre los políticamente damnificados con el “helicopterazo” del 24.
Regresaron en el 2019 para intentar incidir en el proceso de selección del candidato de Morena en la extraordinaria.
Apoyaron con todo a Alejandro Armenta.
Sobre todo Antonio Silva, cuñado de César Yáñez, quien quemó sus naves a favor del hoy senador, a cambio de contratos de “asesoría” en el manejo y comprobación de recursos públicos a entidades públicas.
Si ganaba Armenta, el despacho de Silva se iría a las nubes.
Despacho que, sobra decirlo, puso gracias a las magníficas relaciones e influencia de su otrora, poderoso cuñado.
Su estrategia también fracasó.
Hoy van por la revancha vendiendo espejitos.
Recurren a la fractura, la división y el amarre de navajas, como estrategia única para cumplir sus calenturas de poder.
Sueños de gloria que le apuestan a la debilidad institucional.
En el colmo del absurdo, prometen impunidad garantizada a morenovallistas y galistas.
Juran que no tendrán que preocuparse nunca más por el ajuste de cuentas en el pasado y les abren la posibilidad a un “regreso glorioso” a las grandes ligas de la política y el servicio público poblanos.
No cuentan con que, el peor escenario para el propio presidente, sería la caída de un gobernador por intereses políticos.
Sería la auténtica Ley de la Selva.
El escenario caótico, la casa del jabonero en donde potencialmente todos pueden acabar en el suelo.
Incluso él.