Por Abel Pérez Rojas
En todo el mundo el activismo cultural independiente se ha desbordado pese al Covid-19, resistiendo a la adversidad y trazando rutas alternativas que implicarán nuevos horizontes frente al colapso del actual sistema sociopolítico y económico mundial.
En tiempos de crisis el activismo cultural suele potenciarse, ahora, frente a las medidas adoptadas para contener los efectos del Covid-19, no ha sido la excepción.
Repuestos de las primeras horas de estupor por el confinamiento, miles de creativos se volcaron a las redes sociales para compartir frases, memes, pensamientos y todo tipo de materiales -entre ellos su obra-, que sirvieran para avivar el ánimo, la esperanza y el pensamiento crítico frente a la incertidumbre de las mayorías, que incrédula veía como el confinamiento significaría el resquebrajamiento de las economías y una prueba para la salud mental individual y colectiva.
Usando las plataformas digitales se organizaron exposiciones individuales, se realizaron festivales poéticos, se distribuyeron ligas para recorrer sitios culturales en video y realidad 3D, así como acervos de bibliotecas con descargas gratuitas y consultas en línea.
Los activistas culturales hicieron honor a una de las definiciones que por activismo comprende el diccionario de la Real Academia Española: “Tendencia a comportarse de un modo extremadamente dinámico”.
Visto a la distancia y de forma sistémica, cada promotor y agente cultural se asumió como nodo de una red internacional cuyo objeto fue divulgar y crear contenidos que mantuvieran vivos los lazos como grupo.
Visibilizar esa red internacional cuyo corazón es la cultura fue una forma de contribuir con los demás, y también como una vía de resistencia individual, pues el sector cultural independiente ha sido uno de los más golpeados por los efectos y secuelas del Covid-19.
Sin prestaciones laborales y con el mercado cultural paralizado, los artistas independientes entendieron que tenían que apostarle a la resistencia propia y familiar, así como a la solidaridad comunitaria para transitar estos días aciagos.
En contraste, desde la comodidad que da un empleo seguro y las prestaciones adyacentes, el aparato burocrático cultural se refugió en el “¡Quédate en casa!”, sólo semanas después, tal vez viendo el tsunami de iniciativas independientes, empezaron a difundir y organizar algunas actividades para dar cabida al talento de su entorno.
Creativos, promotores culturales, artistas y proyectos independientes continúan en la resistencia, pese a saber que la “nueva normalidad” es una forma eufemística para decir que el Covid-19 llegó para quedarse por un buen tiempo y que la misma resistencia tendrá que acentuarse para tener cabida dentro de dicha “normalidad”.
El activismo cultural independiente exhibió, tal vez ahora más que antes, la inmovilidad y lentitud de los organismos públicos y de los burócratas del sector cultural.
Los lazos tejidos por los gestores culturales independientes que sobrevivan a la crisis del Covid-19 serán más fuertes y pasarán la prueba de futuras vicisitudes.
Quienes somos parte de proyectos culturales independientes o somos artistas que no viven del presupuesto, sabemos que, ahora más que nunca, nuestro actuar en sí, debe evidenciar los lazos que desde las esferas del poder nos someten, esclavizan y nos han atrapado en la situación que nos encontramos.
Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.