Por Valentín Varillas
No, no sorprende para nada el hecho de que, nuevamente, gobernadores emanados de Acción Nacional se organicen para plantarle cara al presidente López Obrador.
Tampoco, que ellos tengan una visión de país mutuamente excluyente a la del grupo gobernante actual.
Mucho menos, que su evaluación de lo que llevamos de la famosa 4T, difiera completamente de lo que se maneja en la retórica oficial.
Puede ser considerado como lógico, que maximicen los efectos que en la realidad tienen aquellos temas que hoy son parte de la problemática nacional y de paso exageren los obvios yerros discursivos y los dislates presidenciales.
Es evidente que, al igual que el jefe del ejecutivo federal, ellos están en campaña.
Y quieren recuperar, a como dé lugar, parte de los espacios perdidos ante Morena en los más recientes procesos electorales, federales y locales.
En un comunicado oficial, dado a conocer a la opinión pública hace un par de días, aseguran que trabajan fuerte y se esfuerzan para garantizar “un México de libertades”.
En todos los aspectos de la vida como país y en todas las acepciones del término.
Libertad de expresión, de manifestación, de ideología, de voto, de contar con un patrimonio libre de la tentación expropiatoria, de inversión y demás.
Materializan los miedos más arraigados de los sectores que siempre vieron la llegada de López Obrador al poder como un peligro para sus intereses, políticos y económicos.
En resumen: nada nuevo.
Lo que sí me parece que fue innovador, fue la forma y no el fondo de la reunión de gobernadores de derecha el pasado fin de semana.
El haberlo hecho en Dolores Hidalgo, Guanajuato, ante la imagen del cura Hidalgo, me parece revelador.
Se trata de arrebatarle a la 4T el monopolio del uso y abuso de la imagen de aquellos héroes de la patria con los que el presidente y sus seguidores se identifican y que además forman parte del logo institucional del actual gobierno.
Buscan romper con la asociación automática que millones de mexicanos ya hacen de la figura de hombres como Hidalgo, Morelos Juárez, Madero, Cárdenas con la de López Obrador.
Un rompimiento en aras de la diferenciación de banderas, reivindicaciones, logros y sobre todo, aportaciones a la patria.
Intentar que su utilización de ser patrimonio exclusivo de un gobierno, o bien del partido del que emana ese gobierno y que sea de los ciudadanos la decisión final de qué partido o ideología merece la asociación con cuál de los hombres ilustres que se pretende explotar políticamente.
Así las cosas.
Habrá que esperar la reacción desde el supuesto progresismo.
El oficial y el que suda las calenturas oficiales desde otras trincheras.
Será interesante ver cómo toman la “expropiación” de la imagen de uno de sus más valiosos símbolos.
Tal vez lo interpreten como una afrenta, otra más.
Quizás no les importe tanto, ahora que el presidente, por aquello de sus decálogos, se está mimetizando más en figura bíblica que en héroe de la patria.
De seguir así, habría que actualizar el logo del gobierno federal: completito.