24-11-2024 03:17:47 AM

La convenenciera tiranía de las redes sociales

Por Valentín Varillas

El candidato López Obrador, en su campaña presidencial, no dejó de alabar el hecho de que las redes sociales fueran un factor de peso específico en el proceso de comunicación y politización de votantes potenciales.

En su óptica, eran un remanso de libertad de expresión absoluta, ante la cooptación que el gobierno de Peña ejercía sobre los medios tradicionales, periodistas y “líderes de opinión” a través de jugosos contratos de publicidad.

Un deseable y necesario contrapeso, ante la ausencia de factores que pudieran equilibrar el poder “absoluto” del entonces grupo hegemónico en el poder.

Feliz, desde la trinchera opositora y con su bolsa de palomitas, fue testigo de cómo las redes destrozaban prácticamente todas las acciones oficiales que llevaban a cabo la federación y en especial, cómo la figura presidencial era objeto de las más severas críticas y burlas que en muchos casos sobrepasaban el tema institucional para meterse en el ámbito personal.

Todo se valía, con tal de que fueran otros los señalados y vilipendiados.

Hoy, ya como presidente, AMLO tiene una concepción diferente de lo que deben ser esas redes que tanto alabó.

Ahora, en el discurso oficial, ya son un enemigo más en estas batallas contra molinos de viento, que tanto le gusta pelear.

La redes no han cambiado.

Evidentemente siguen siendo ese espacio de absoluta libertad, un contrapeso natural al ejercicio del poder, que si bien pueden y deben mejorarse en términos de contenido –tarea que nos toca a los usuarios- no deben ser sujetas al control y la regulación desde los gobiernos.

La crítica, el cuestionamiento, el análisis de decisiones oficiales y políticas públicas ya no le ayudan a López Obrador; ya el incomodan y mucho.

Por eso pide, exige que se transparenten sus términos y condiciones de uso, cuando son muy claros y públicos sus procedimientos.

Que se auditen sus finanzas porque asegura tener pruebas de que millones de dólares se destinan a operar una guerra sucia en su contra.

Falso.

No tiene tales pruebas porque no existe tal campaña, mucho menos es financiada desde las trincheras enemigas.

Se trata, simplemente, de un complot imaginario.

Otro más de los que, consistentemente, utiliza el jefe del ejecutivo federal para la victimización, su herramienta favorita para comunicar.

La aparente reivindicación de esta cruzada en contra las redes es el combate a las noticias falsas, las famosas Fake News que ahora le quitan el sueño al inquilino de Palacio Nacional, pero a las que él mismo recurre en prácticamente todas las mañaneras que encabeza diariamente.

Según SPIN-Taller de Comunicación Política, el presidente López Obrador hace 70 afirmaciones falsas en promedio, por cada una de estas conferencias de prensa.

El número es mucho mayor al que pudiera llegar a manejar la suma de todos los medios “enemigos” a su gobierno.

En la óptica de AMLO, las redes han sido tomadas por asalto por los enemigos de México.

Él cree que una crítica, un señalamiento, por más fundado que esté, es una afrenta al país.

Vive todavía en aquella peligrosa concepción de la personalización del poder y la adopción particular del concepto patria.

“Se meten conmigo, se meten con la nación”- es el mensaje.

Y hay quienes, en su fanatismo, lo creen a pie juntillas.

Muchos ex -críticos del poder mutaron en paleros y su fanatismo parece que obnubiló su sentido común.

Quien parece no cambiar es el propio López Obrador.

La postura del presidente en términos de pretender regular el espacio libre de las redes, se explica por la resistencia de transitar de la figura de candidato a la de estadista, responsable del gobierno mexicano.

Esa que por su simple naturaleza, conlleva la crítica y el escrutinio público.

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