Por Alejandro Mondragón
El 2020 será situado como el año perdido del siglo.
¿Cuántos proyectos, planes y momentos carecen de viabilidad, a causa del coronavirus?
Las inversiones cesaron.
Los empleos se volvieron despidos.
Familias que se unieron por la pandemia y se desunirán, después del coronavirus.
El modelo de negocios en el mundo también está en cuarentena.
La formación de las nuevas generaciones queda trunca. Los sistemas de salud colapsados en el mundo.
La industria turística en bancarrota total. Las aerolíneas al borde de la colisión financiera.
El sector manufacturero produciendo desde las casas. Es decir, paralizado.
Si la pandemia es mortal, las consecuencias del coronavirus serán fatales, en lo personal, el hogar, la familia, la escuela, el trabajo, el esparcimiento, los hábitos y hasta los vicios.
Nadie pronosticó la tragedia, por eso a todos los golpeó de manera implacable.
Si pensamos que después de todo seguiremos haciendo lo mismo que realizábamos antes, qué equivocados estaremos.
La ecuación cambió. Lo hecho quedó atrás, ahora a reinventarnos en todo, porque enfrentaremos un nuevo modelo de vida.
El distanciamiento social llegó para quedarse. Es la muerte de las masas, el surgimiento del individualismo, donde el mejor aliado para informarnos será el dispositivo móvil o electrónico.
La generación digital ya nació, a costa de la muerte de la convivencia social.
