Por Valentín Varillas
Imposible no encuadrar la salida de Fernando Manzanilla de la Secretaría de Gobernación estatal, en la lógica de la elección local del 2021.
Se trata de un cambio en lo político, pero con amplísimas repercusiones en lo electoral.
En el enroque no hay sorpresas; ninguna.
La salida de Manzanilla y el perfil de su sucesor eran inminentes; cuestión de tiempo.
Las apuestas se cruzaban únicamente en términos de la fecha en que el cambio se daría.
Nada más.
En este contexto, lo que realmente justifica el análisis no es si Fernando se iría o no, sino cómo quedaría en términos de su relación con el actual grupo político en el poder.
La forma nos indica que muy mal.
No fue, ni de cerca, una partida tersa, negociada, consensuada, que pudiera sentar las bases para un acuerdo político en el corto plazo.
Al contrario.
Todo parece indicar que, si Manzanilla tiene la intención de mantenerse vigente en la política poblana, tendrá que optar por otros derroteros.
Un rumbo nuevo.
Desde hace meses se sabía ya que las cosas no estaban bien.
Que la confianza había desaparecido, que la comunicación era casi nula y que entre el gobernador y su jefe de gabinete, existían ya agendas paralelas que jamás iban a tener un punto de convergencia.
Sin embargo, no deja de llamar la atención la manera tan acelerada en la que se dio la descomposición de la relación entre ambos personajes.
Y es que, de aquella declaración hecha por el hoy gobernador -un par de días después de ganar la elección extraordinaria -en el sentido de que el único que tenía garantizado un lugar en su gabinete era Manzanilla, transitaron en menos de medio año a la imposibilidad de la coexistencia.
Mucho tiene que ver el proceso electoral del próximo año.
Tal vez por eso, desde un par de días antes del cambio en Gobernación, se empezaron a manejar y a difundir, sendas encuestas que medían a distintos personajes, partidos y potenciales coaliciones, en lo que al gobierno de la capital se refiere.
La primera, ubicaba a Manzanilla en un lugar de privilegio como producto con una importante rentabilidad electoral.
La otra, dada a conocer apenas 24 horas antes del relevo, presentaba un escenario completamente distinto, con un Fernando en los últimos lugares y con auténticos enemigos del actual grupo político en el poder, en los primeros tres lugares.
¿Qué mensajes se intentaron mandar con estas encuestas?
¿Qué reacciones adicionales habrá?
Mientras se dan las condiciones para responder a lo anterior, por lo pronto, una cosa ha quedado ya muy clara: en el 2021, el gobernador Barbosa se la jugará con los suyos.
Sí, con los perfiles que él considere que son de su más absoluta confianza y al final terminará quemando sus naves con ellos, pase lo que pase.