Por Alejandro Mondragón
Lo que importa en el ejercicio del poder no es la construcción de un gobierno carismático populista, sino el beneficio que reciba el pueblo de éste.
Así se puede sintetizar la visión de Liza Aceves -coordinado con Héctor Sotomayor Castilla, en el libro titulado Volver al Desarrollo o Salir de él. Límites y potencialidades del cambio desde América Latina, editado por la BUAP en 2013.
Y ello explicaría la forma de gobierno que quiere imponer el llamado grupo de los académicos en Palacio Municipal, en la que en aras del pueblo vale el populismo para entregar espacios a ambulantes, resolver crisis de servicios quitando chicles de la plancha del zócalo y, sobre todo, enviar señales encontradas a los ciudadanos que ya castigaron a la autoridad con su voto el pasado 2 de junio.
Liza Aceves, quien se presenta como la mejor amiga de la alcaldesa, en realidad es su peor aliada. Quiere ser la candidata natural para relevar a Claudia Rivera Vivanco en la presidencia municipal o en su defecto convertirse en la primera mujer rectora de la BUAP.
Y viene con todo. Por eso, recurre e la intriga, la traición, fomenta la teoría del caos, recurre a la seducción entre regidores para dividirlos y evitar que antes que a Rivera Vivanco, le den cabildazo a ella, porque tiene a todos en contra.
Si para salvar su posición, es necesario boicotear a la alcaldesa Rivera, lo está haciendo sin el menor rubor.
Aceves cuenta con su propio equipo de asesores en imagen, comandado por la especialista, Rubí Soriano.
El problema es que en el equipo del gobernador electo, Luis Miguel Barbosa, existen sospechas fundadas de su cercanía con el morenovallismo y panismo.
Dos de sus operadores, Carlos Tenocelot y Andrea Tarno, sirven a los intereses de los morenovallistas, quienes reciben información de todo lo que ocurre en Palacio Municipal.
Sus vínculos con académicos de la BUAP, le permitió colocar posiciones claves en la administración municipal, luego de su fallida coordinación de campaña y como vocera del equipo de transición.
Sus incondicionales con grandes títulos universitarios, ahora son incapaces de responder a “los beneficios de un gobierno carismático de izquierda”. Sólo escucha a Los Galindo, René Sánchez e Iván.
No le busquen explicación alguna a los bajos niveles de aprobación de la alcaldesa, quien en realidad dejó todo en manos de su peor amiga. Eso es violencia de género.
Es inaceptable que a los regidores les deje en claro que la mala, la que nunca quiere nada es Rivera Vivanco, y ella es la buena, pero no puede hacer nada porque tiene las manos atadas.
Ya se notó que crea conflictos para después resolverlos. Siempre en contrasentido de lo que se acuerda en reuniones de primer nivel.
Los medios la tienen catalogada como intocable, gracias a sus ligas morenovallistas y universitarias.
Dicen sus cercanos que la obsesión de Liza Aceves se resume en la siguiente expresión que le cuenta a quienes quiere involucrar en su búsqueda por desestabilizar al gobierno de Claudia: “me la quiero chingar, pero no sé cómo”.