Por Jesús Manuel Hernández
Decían los viejos asesores de campañas políticas a los candidatos en turno: “para ser gobernador, debes parecer gobernador”, de ahí, recomendaban, debes actuar como tal, aunque sólo seas candidato. El criterio estaba fundamentado en que pese a tener la aplanadora electoral, del viejo tricolor, los aspirantes debían aprender a portarse como personas de poder, de tener la capacidad de mandar, y para ello ganarse el respeto de los electores era muy importante. Lo del trabajo en el día de las elecciones era la forma de convalidar la presencia del candidato.
Hoy día las cosas han cambiado. Aunque la genética de los políticos permanece y obliga a una especie de remembranza natural, hay algo en el fondo que hace que los candidatos sean distinguidos de otros por la fuerza moral y la fuerza política.
Este domingo 26 de mayo vimos el cierre de campañas de tres aspirantes a gobernar Puebla. El juicio está en manos de los electores y de los observadores experimentados.
Si se toma en cuenta la capacidad de organización y logística de las campañas, los cierres fueron precisamente consecuencia de los dos meses de caminar e intentar convencer.
Ni Cárdenas, ni Jiménez Merino pudieron convencer, menos podrán vencer.
Barbosa, apareció como lo que ha sido, un hombre de la política, tiene a cuestas dos campañas en menos de un año, un asunto, que por sí sólo, merece considerarse. Pese a todos los obstáculos ahí está Barbosa en la línea de la final.
O por lo menos, así me lo parece.
