Por Valentín Varillas
Enrique Cárdenas, aceptó públicamente que tuvo dos ofertas sobre la mesa, una vez que no resultó el candidato de Morena al gobierno del estado en el 2018: la candidatura por la vía plurinominal y la posibilidad de integrarse al gabinete de Andrés Manuel López Obrador.
Hubiera aceptado, cualquiera de ellas.
En la lógica previa a la elección del año pasado, con todas las encuestas apuntando a un triunfo claro, contundente, arrollador, del Movimiento de Regeneración Nacional y su candidato presidencial, con su consecuente efecto de arrastre en todo el país, la propuesta hecha a Cárdenas era un reconocimiento claro a su potencial valor en la política y el servicio público.
Muy diferente a la lógica mediante la cual el PAN y sus partidos aliados lo designaron su abanderado para la extraordinaria de este año.
La selección de Enrique como candidato, se dio a través de un proceso de descarte, es decir, una vez que las figuras y liderazgos del panismo auténtico no se atrevieron a competir en una elección que ellos mismos consideraban de antemano perdida.
Había perfiles mucho mejor posicionados, con mayores niveles de conocimiento e intención de voto, que aseguraron que “ni de locos” iban a hipotecar su futuro político, sacrificándose estoicamente “por nada”.
Ellos saben mejor que nadie, que las victorias obtenidas por los candidatos que compitieron bajo las siglas de su partido, en tiempos de Rafael Moreno Valle, se debían a la operación de una estructura propia, ajena a la del PAN, que jugaba únicamente a favor de los intereses del grupo político del ex gobernador y que se acabó con su muerte.
Están conscientes que los 38 puntos porcentuales de votación que obtuvo el año pasado Martha Érika Alonso, se deben realmente a este fenómeno y no al voto entusiasta de militantes y simpatizantes, el cual –como lo marcan todas las encuestas serias publicadas- vale en los hechos apenas un 19%.
Imposible ganar con esos números, teniendo enfrente a un candidato emanado del mismo partido del presidente de la República más legítimo y con mayores niveles de aceptación en los últimos sexenios.
Por eso, necesitaban de alguien prescindible, sacrificable, para no quemar un cartucho propio.
Mucho menos ahora que , acabado el morenovallismo, el panismo tradicional se frota las manos para volver a tomar las riendas del partido, recuperar sus privilegios y cotos de poder perdidos y regresar a los tiempos en donde su palabra era la ley.
Todo esto, claro, se dio con el visto bueno de Marko Cortés, aquel que se mostró consternado por la muerte de Rafael y Martha Érika, pero que en los hechos respira más tranquilo al no tener ya quien le dispute el control y toma de decisiones en el PAN nacional.
Por supuesto, nadie tuvo la decencia de informarle a Cárdenas las condiciones reales que marcaron su designación como candidato.
Lo engañaron y en plena campaña, a tres semanas de la elección, lo siguen engañando.
No están sumados a él, no han cerrado filas alrededor de su oferta política y su inminente derrota es el mejor escenario para ellos.
No se vale.
¿Volver a empoderar a alguien de afuera, ajeno al partido?
Ni de locos, ya aprendieron de la experiencia vivida con Rafael.