No, no hubo sorpresas.
Es más, el escenario se lo había planeado con anterioridad y es el que en los hechos más se acomoda a los intereses del gobernador.
El adelanto de la elección del próximo año es el pretexto ideal para que Mario Marín, a diferencia de Melquiades Morales, designe a su alfil predilecto como el candidato del PRI a la gubernatura de Puebla.
De esta manera, los tiempos se aceleran al interior del tricolor y se minimiza la posibilidad de estructurar y operar con efectividad aquel famoso plan B que se supone tiene el mandatario en el tema de la sucesión.
Ya de paso, el cambio de fecha elimina de golpe y porrazo a Blanca Alcalá y a Enrique Agüera, ya que los tiempos de sus respectivas responsabilidades oficiales quedan fuera de la nueva dinámica del proceso electoral.
Ya ni hablar de quienes tenían aspiraciones y de plano no crecieron en las encuestas, o bien no fueron capaces de ganarse la confianza de quien tendrá en la punta de su índice la decisión final.
Para ellos, el final de la película se adelantó y tendrán que analizar qué tan caro venderán su amor.
Todo parece indicar que el plan original continuará, que el ahijado se impondrá y que la cabeza del grupo gobernante intentará la continuidad con el único que, en el papel por lo menos, le garantiza tranquilidad absoluta y la influencia necesaria para no perder del todo los hilos del poder.
El manejo eficiente de la estructura priista, la institucionalidad de los sectores del partido y el manejo de los programas sociales a nivel estatal no son poca cosa en un partido que depende casi exclusivamente de su “voto duro”.
Ninguno de los otros “suspirantes” se acercan siquiera a lo anterior.
Para bien o para mal.
Este escenario no sólo lo tenía muy claro el gobernador, es más, quitando el hecho de que tendrá que convivir seis meses con quien resulte gobernador electo, fríamente resultaba el mejor para sus intereses y los de su grupo más cercano.
Por eso, el cabildeo con los ministros sí
existió, pero en el sentido en el que al final se dio la votación.
Sí, aunque parezca contradictorio.
La corte legitimará la designación al echar por tierra una reforma electoral aprobada por un congreso local cuya mayoría priista la conforman, casi en su totalidad, diputados incondicionales a López Zavala.
Impecable ¿no cree?
El gran problema para ellos será encontrar la fórmula “ideal” para la presidencia municipal.
Atado el rector a la Universidad y en un escenario de auténtico enfrentamiento entre Zavala y Mario Montero, además de que los perfiles ciudadanos que se han manejado como “probables” son en realidad auténticas bromas de mal gusto, crece la posibilidad de que alguien como el secretario de Finanzas, Gerardo Pérez Salazar, pudiera colarse en la contienda para afianzar el voto en la ciudad y sumar al proyecto priista a importantes grupos del sector empresarial.
¿Se imagina?
¿Y qué con el PAN?
Para el blanquiazul, la decisión de la Corte, aunque no lo reconozcan así, no es la mejor.
El adelantar el proceso electoral para julio próximo los obligaría por un lado a privilegiar los criterios de rentabilidad electoral y de manejo de la estructura partidista, lo que podría ser entendido como un traje hecho a la medida del proyecto político personal de Rafael Moreno Valle.
Esto, en un escenario en donde el presidente Calderón está más que urgido de triunfos electorales rápidos y contundentes, es auténtico oro molido para las aspiraciones del ex priísta.
Sin embargo, al senador le quitará tiempo para convencer a los indecisos, a quienes al interior de Acción Nacional de plano no se convencen de las supuestas bondades que tendría un posible triunfo de un candidato que si bien competirá bajo sus siglas, no representa en nada la ideología y los principios doctrinarios de la derecha poblana.
De ser así, los detractores de Moreno Valle tendrán que acelerar la traición y tender puentes con el “enemigo” para sabotear su candidatura.
Algunos, como José Antonio Quintana, ya lo han empezado a hacer.
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