Por Valentín Varillas
Un escenario inédito que deberá enfrentar en su carrera política el ex gobernador Rafael Moreno Valle, tendrá que ser la coexistencia con un presidente de la República que no lo tiene, ni por mucho, en la mejor de las estimas.
Para López Obrador, el poblano representa el modelo de político que, por lo menos en teoría, ha combatido por décadas y que de acuerdo a sus parámetros ya no cabe en el nuevo esquema de servicio público del país que pretende inaugurar.
Varios rounds de sombra y amenazas veladas, han ido y venido a partir de la aplastante victoria del tabasqueño en la más reciente contienda presidencial.
Meses antes, cuando todos los números indicaban que el triunfo del famoso “Peje” era inminente, Rafael intentó sentar las bases para tener, siquiera, un canal de comunicación con el tabasqueño.
Personajes de su círculo cercano recibieron los mensajes y operaron en consecuencia.
El encuentro frente a frente al parecer no se dio, pero la supuesta buena voluntad de caminar en términos de respeto y acuerdos de beneficio mutuo quedó patente.
Sin embargo, la manera en la cual se desarrolló el proceso electoral poblano, en lo que a la gubernatura del estado se refiere, dio el traste con lo poco que se había avanzado.
El trato de gobernador electo que López Obrador le ha dado a Luis Miguel Barbosa y las durísimas declaraciones que ha hecho sobre la elección local, la que ha calificado como un “fraude escandaloso”, son representativos del estado de ánimo del presidente electo sobre el tema.
Juran los enterados que, en plena boda de César Yáñez, Andrés Manuel le hizo una recomendación puntual, clara, contundente, al gobernador Gali: “desmárcate de Moreno Valle, ahora que todavía puedes”.
La amenaza, puede tener por supuesto varias aristas y significados.
La revisión a fondo del manejo de las finanzas estatales durante el sexenio morenovallista, puede ser una opción con altísimas probabilidades de concretarse.
Por más nuevos tiempos que se vivan en la política nacional, sería por lo menos ingenuo pensar que, el poder presidencial, respetará los límites que le marca la ley y no caerá en las tentaciones que supone el contar con aquellas facultades meta-constitucionales que tantos beneficios les ha dado a quienes han ocupado la tan anhelada “silla del águila”.
Moreno Valle no está acostumbrado a tener una mala relación con el presidente en turno.
Al contrario.
Como gobernador “panista”, la breve coexistencia con Calderón fue magnífica.
En la recta final de su sexenio, Felipe fue fundamental para que Moreno Valle tuviera un buen inicio de administración.
Fue por demás generoso al momento de financiar con recursos federales los festejos y el programa de obra pública alrededor del 150 aniversario de la Batalla de Puebla, la carta de presentación del entonces naciente gobierno poblano.
Calderón dejó que Rafael se colgara la medalla y que diera un golpe mediático que lo posicionó de buena manera en la opinión pública local.
Luego, vinieron las consabidas traiciones, los desencuentros y la falta de cumplimiento de acuerdos, pero detonaron una vez que el michoacano ya no despachaba en Los Pinos.
Con Peña Nieto, la cosa no pintaba bien
A pesar que desde Casa Puebla se había operado a favor del candidato del PRI a la presidencia en el 2012, en las huestes tricolores no gustó nada el hecho de que en Puebla, López Obrador hubiera sido el candidato con el mayor número de votos.
La catástrofe estuvo a punto de consumarse en febrero de 2013, con la detención de Elba Esther Gordillo, acusada de lavado de dinero y delincuencia organizada.
Por lógica elemental, el boomerang tendría que haber golpeado con toda dureza al ahijado político consentido de Elba Esther, pero no fue así.
Al contrario.
A pesar de que aquel “martes negro” Moreno Valle puso sobre la mesa del entonces Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong su gubernatura, los intereses económicos y políticos pudieron más y sentaron las bases de una relación por demás estrecha.
Los negocios más jugosos al amparo del poder político poblano se los llevaron amigos, socios o prestanombres de Peña Nieto.
A cambio, el gobierno federal fue por demás espléndido al considerar partidas presupuestales extraordinarias para financiar proyectos para Puebla.
En lo político, Moreno Valle fue más valioso como aliado que cualquier gobernador priista, sobre todo en el momento en donde se discutían las reformas estructurales que perfilaba el presidente.
La misma tónica se mantuvo hasta el último día del gobierno de Rafael.
No se ve cómo pudiera llegar a tener una relación siquiera parecida con el nuevo gobierno federal.
Por más pragmática que sea la política nacional, López Obrador tiene que demostrar cierto grado de congruencia si no quiere correr el riesgo de convertirse en la peor decepción en la historia de la política nacional.