Más allá de los actos de campaña, de las tradicionales y siempre cansonas frases de apoyo para los candidatos y al margen de la lectura que pudieran tener las a veces muy ambiguas fotos que se publican en la prensa local, la agenda de Beatriz Paredes en Puebla tuvo un leit motiv oculto, ajeno a lo que compete al proceso electoral de julio próximo.
La líder nacional del tricolor, sin reconocerlo jamás en el discurso, mostró un especial interés en el 2010, y en específico en lo que será el proceso interno de su partido para la selección del candidato que intentará mantener, por un sexenio más, el gobierno del estado de Puebla en manos del PRI.
Y es que, por más que se maneje de forma obsesiva en Puebla que los dados están echados, que la decisión está tomada y que la determinación oficial del candidato no es más que un asunto de mero trámite, todo parece indicar que el Comité Ejecutivo Nacional del PRI no lo tiene todavía tan claro.
Sí, tal parece que los números actuales que arroja el priismo local de cara a la elección no satisfacen en nada a la dirigencia tricolor y su diagnóstico es contundente: falló rotundamente la selección de candidatos.
De esta manera, se han tenido que redefinir los números y por lo tanto, las enormes expectativas que se habían generado en torno al número de distritos ganadores que Puebla podría aportarle al partido en la conformación de la próxima legislatura federal.
El despertar ha sido más que amargo.
Del “carro completo” que manejaban los tricolores al inicio de las campañas se ha pasado súbitamente a una realidad contundente en donde, en el mejor escenario, este partido podría ganar tan sólo 9 de los 16 distritos uninominales que estarán en juego en la elección.
Poco, muy poco de acuerdo con lo originalmente planeado.
Se esperaba que Puebla, junto con Veracruz y Oaxaca, a pesar de los escándalos que envolvieron en su momento a sus gobernadores, se convirtieran en los auténticos bastiones del priismo en esta elección, obteniendo cada uno triunfos rotundos, contundentes en sus estados.
Si bien es cierto que la campaña de enfrentamiento y ataques que ha practicado Acción Nacional ha permeado en el electorado y les ha permitido en parte nivelar una contienda que hace semanas se veía de antemano perdida, también es una realidad que, en algunos distritos, los candidatos priistas se han encargado de dilapidar un muy importante capital electoral en un tiempo que ya es considerado como un récord.
Ese lujo no se lo pueden dar en una elección local, y mucho menos en un escenario de muy cerrada competencia, el cual se daría si se concreta, como todo parece indicar, la candidatura panista de Rafael Moreno Valle.
Así de grave para ellos.
Por lo tanto, hablar de candidaturas amarradas y de proyectos asegurados, resulta en la práctica tremendamente ocioso, aunque en el discurso y en la convenenciera interpretación de supuestas señales se asegure lo contrario.
Si en la elección del próximo año se utilizan los mismos criterios de selección de candidatos que se impusieron para la federal, el actual grupo en el poder podría pasar a la historia como el primero en entregarle el poder a Acción Nacional y el primero también en perder la mayoría absoluta en el congreso local.
En ese contexto ¿será Marín realmente “el gran elector”?
¿Se morirá con su proyecto inclusive ante un escenario potencialmente adverso?
En el CEN del PRI lo tienen más que claro a pesar de que a nivel local no se entienda una cuestión de lógica básica:
Los criterios de rentabilidad electoral deben de pesar sobre compadrazgos y amiguismos.
Esa parece ser la tan complicada lección.
latempestad@statuspuebla.com.mx