¿Quién dopó a la clase política poblana?.
En las últimas semanas se observa un atontamiento en torno al debate político local y nada tiene que ver el inefable Tontón Bailleres, líder del Congreso del Estado.
Sin el escándalo ya del Lydiagate.
Sin el polémico Enrique Doger en la alcaldía.
Sin un arranque espectacular de Blanca Alcalá en la presidencia municipal.
Sin la presencia de la iniciativa privada en temas de discusión.
Sin comparecencias de fondo en la glosa del III Informe de Labores.
Sin los cambios esperados desde hace dos años en el gobierno de Marín.
Sin los relevos en las delegaciones federales.
Sin la aplicación de la Ley a quienes ocasionaron la muerte a un empresario en los separos de la Procuraduría General de Justicia.
Sin rector en la UDLA.
Lo que queda es el destape a medias de personajes como Chucho Morales, los timoratos llamados de la dirigencia priísta a respetar los tiempos, el informe de Fraile que pareció, pero no fue postulación por enésima vez a la gubernatura, la elección de un magistrado con un peso relativamente magro en la composición del Poder Judicial, la visita de López Zavala a la casa del arzobispo Chedraui, el déficit de sacerdotes en Puebla y demás yerbas.
Ahí radica el aletargamiento de la política poblana.
¿Qué pasó?.
¿Quién le dio valium a los políticos y actores sociales?.
¿Es resignación?.
¿El clásico ya ni modo?.
¿O es nuestra realidad y qué?.
Basta hoy leer columnas, entre ellas la que está leyendo, para comprender que vivimos en la Heroica Puebla del No Pasa Nada.
El problema es que se acerca la semana santa, lo que implicará que el ritmo político se reduzca prácticamente a cero.
No habrá más.
Hay que preparar las maletas para las vacaciones antes de que todos terminemos muertos en la ignominia.
Está claro que habrá que soportar los sesudos análisis de la realidad política de Puebla, del rector de la Ibero, Fernando Fernández.