Por Valentín Varillas
No hay duda, la mayoría de los mexicanos con intención de participar en el proceso electoral de este 2018 desean fervientemente que se dé un cambio radical en la forma de gobernar en este país.
La encuesta publicada ayer en el periódico Reforma es contundente en este punto en específico.
Según el ejercicio estadístico, el 79% de los votantes potenciales quieren otras formas, otros estilos, otra filosofía y prácticas en el ejercicio del poder.
En este contexto, parece evidente que la contienda se reduce a un tema de dos.
Que el candidato que represente la continuidad del actual grupo en el poder, está prácticamente fuera de la lucha por la presidencia de la República.
Así pues, la mayoría de los encuestados por Reforma (59%) consideran que quien tiene las mayores posibilidades de ganarle al puntero único, constante e indiscutible en este 2018: Andrés Manuel López Obrador, es el panista Ricardo Anaya.
Muy atrás queda, por lógica elemental, el abanderado priista José Antonio Meade con apenas 21%.
Así se manifiesta el voto “anti-Peje”, la opinión política de quienes prefieren que gane cualquiera, menos el candidato de Morena y que están dispuestos a todo, absolutamente todo con tal de evitar este escenario.
A simple vista, los números parecerían que aumentan la competitividad de Anaya y lo convierten en una esperanza real para los enemigos de Andrés Manuel.
Sin embargo, en la misma encuesta existe un apartado que echa por tierra cualquier optimismo.
Y es que, volviendo otra vez a la premisa de que 8 de cada 10 mexicanos queremos un cambio en el país, el 54% por ciento de este sector encuestado por Reforma cree que López Obrador es quien representa mejor el tan anhelado cambio.
Sí, es AMLO y no Anaya (31%) quien en el imaginario colectivo del votante nacional representa la verdadera opción para quienes no están conformes con el país que tenemos.
Lo anterior parece demoledor.
Ricardo Anaya es más de lo mismo en la opinión de las mayorías y no rompe con aquel maridaje perverso PRI-PAN, que ha generado pactos de impunidad y continuismo en la manera de gobernar.
Sus recientes declaraciones en distintos actos de campaña y los absurdos promotores de la teoría del voto útil, en medios tradicionales y en redes sociales, no hacen sino confirmar lo anterior.
Lo dicho: parece que ya no les alcanza.
¿Qué estarán dispuestos a hacer cuando la desesperación sea aún mayor?