Por Valentín Varillas
Extraño, muy extraño ha resultado para muchos el absoluto silencio que ha guardado Andrés Manuel López Obrador alrededor de la supuestamente inminente designación de Luis Miguel Barbosa como candidato al gobierno del estado.
A diferencia de otros casos, como el de Delfina Gómez en el estado de México o el de Claudia Sheimbaum en la capital del país, en donde “el Peje” defendió con uñas y dientes la legitimación de los abanderados y pontificó hasta la saciedad sobre lo democrático de los métodos de selección de candidatos que ensaya Morena, en lo que a Puebla se refiere, ni una sola palabra.
Sobra decir que, el mutismo del dueño absoluto del partido que jura representar a la izquierda nacional, no ha caído nada bien en el ánimo del propio Barbosa ni de los incondicionales que apoyan su proyecto político.
“No es una buena señal”-coinciden.
Ni siquiera tomando en cuenta el hecho de que los liderazgos locales de Morena han seguido al pie de la letra el guión de la institucionalidad y la disciplina y han cerrado filas públicamente alrededor de la figura del senador.
El temor de Barbosa es que, en su caso, se aplique un tecnicismo que la cúpula del partido tiene guardada bajo siete llaves y que utilizaría en donde el resultado de las encuestas que emplea para perfilar candidatos no empate con el deseo de quien o quienes manejan a este instituto político.
Éste se basa en el argumento de que el ejercicio estadístico se aplica para designar únicamente a la figura de coordinador de organización estatal, quien no necesariamente tiene la obligación de convertirse en candidato a un cargo de elección popular de la región geográfica que coordinará.
Hay que recordar que la candidatura de Barbosa se da por hecho a través de la filtración periodística de la encuesta, la que hasta el momento no se ha hecho pública, lo que le daría certeza al nombramiento.
Un mecanismo similar podría aplicarse en el caso de la alcaldía de Puebla, si no encuentran una mujer que cumpla con los requisitos de rentabilidad electoral necesarios para pelearle al morenovallismo la capital.
La preocupación de Barbosa se justifica también, por algunos cuestionamientos alrededor de su posible candidatura y que fueron analizados con lupa en el centro neurálgico de la toma de decisiones de Morena apenas hace un par de días.
El primero tiene que ver con su estado de salud y si su condición física le alcanza para llevar a cabo una intensa campaña de tierra a lo largo y ancho del territorio poblano y que tenga como columna vertebral en el contacto directo con la gente.
Este es el tipo de estrategia que pretende ensayar Morena para maximizar su votación en Puebla y quien pretenda encabezarla debe estar a la altura de las exigencias que conlleva.
El segundo signo de interrogación alrededor de la figura de Barbosa se centra en el perfil de algunos personajes que rodean al senador y que, de ser candidato, jugarían un papel importante en la determinación y operación de la estrategia de campaña y sobre todo, en el manejo de los recursos de la misma.
Al haber sido “adoptados” por el partido y al saber que los mecanismos de control y auditoría internos, no sirven realmente para darle certeza al origen y destino del dinero que se utiliza en una campaña, la desconfianza reina en un tema medular para llevar a buen puerto cualquier proyecto político.
La tercera duda también se centra en el tema de la confianza y tiene que ver con la relación que en su momento tuvieron Barbosa y Rafael Moreno Valle.
A pesar de que, como le comentaba en este espacio, Luis Miguel dio una valiosa prueba de que su enemistad con el ex gobernador de Puebla es real, al haber armado un escándalo mediático nacional alrededor de la red de espionaje que operó en Puebla en el sexenio anterior, hay quienes piensan que en la política, como en el amor, donde hubo fuego, cenizas quedan.
Al depender prácticamente de la voluntad de un solo hombre, resulta difícil pronosticar con certeza el derrotero que tomará la nominación del candidato a la gubernatura de Puebla.
Sin embargo, después de lo que hemos visto en los últimos días, en lo mediático y en lo político, no mandar a Barbosa como abanderado sería un golpe demoledor a lo que queda de la credibilidad de los procesos internos del partido.