Por Valentín Varillas
A simple vista, pareciera que el escándalo detonado por la inminente relación de figuras de alta influencia en el círculo cercano de Rafael Moreno Valle, con miembros de bandas de la delincuencia organizada dedicadas al robo y venta de combustible de Pemex, pretende exponer un muy rentable esquema de financiamiento de campañas políticas con dinero sucio, muy socorrido en el sexenio anterior.
No es casual que en las fotos publicadas aparece Othón Muñoz, “San Cachetes” con personajes del morenovallismo que en esos momentos aspiraban a un cargo público.
Habrá otras, por supuesto, muchas más, que nos enseñen a “Tony” – como cariñosamente le decían- con más políticos, servidores públicos y empresarios, en otro tipo de circunstancias.
Pero hasta el momento, por lo que hemos visto, la estrategia tendría como objetivo exponer públicamente cómo en Puebla, intereses oscuros han tenido la capacidad de permear en el ámbito electoral para, posteriormente, recibir el pago de la factura a través de la más absoluta impunidad.
De ser así, la única instancia capaz de mandar un mensaje de tal contundencia es el gobierno federal, responsable del operativo de detención de Othón Muñoz, quien durante años encontró en Puebla un auténtico paraíso para llevar a acabo sus actividades delictivas.
Jamás fue siquiera molestado, al contrario.
En el círculo de los más poderosos era considerado como uno de los consentidos.
Ya vimos por qué.
Si desde Los Pinos se tejió esta trama para poner en evidencia a la “huachico-política” poblana, se podría interpretar que los acuerdos entre el presidente Peña y el ex gobernador Moreno Valle se han roto, o que por lo menos se han replanteado.
En realidad no es así.
Todo indica que éstos siguen vigentes, que van viento en popa y que a medida que se acerca el proceso electoral, la comunidad de objetivos se fortalece.
¿Y entonces?
Pudiera tratarse de lo que en el argot político se llama “apretón”.
Algo no gustó en el círculo cercano al presidente que pudo haber sido interpretado como una potencial traición y decidieron evitarla exponiendo parte de las relaciones inconfesables que Moreno Valle tejió mientras fue gobernador de Puebla.
O peor.
Siendo “El Cachetes” apenas un modesto exponente de un multimillonario negocio que involucra a personajes que operan mucho más arriba, a niveles infinitamente mayores, otros actores busquen ahora el beneficio electoral que en su momento monopolizó el morenovallismo.
Así, en esencia, la estrategia se mantendría intacta, pero otros serían los ganones.
Por lo menos en apariencia.
Si para Peña es importante que Moreno Valle imponga candidato en Puebla para abonar así a que López Obrador no obtenga una importante cantidad de votos en un estado prioritario en el contexto nacional, se verá en el resultado de la negociación a la que llegue ele x gobernador con “su partido”, Acción Nacional.
Entonces, ambos seguirían disfrutando de recibir atractivas donaciones que evaden la acción de las instancias encargadas de auditar el dinero que ingresa a las campañas.
Poco, muy poco cambiaría.
Pero si por azares del destino, la luna de miel llega a su fin, el pacto de impunidad podría abonar ahora hacia la defensa de los intereses electorales de Los Pinos.
No se sorprenda; los poderes de facto juegan también en la arena política.
Apoyan y vetan proyectos y candidaturas.
Sus deseos y conveniencia, tienen un peso específico real en la toma de decisiones al interior de los partidos.
Cualquier cosa se vale, con tal de garantizar la tan anhelada impunidad.
El proceso del próximo año será, el peor ejemplo de lo anterior.