Por Valentín Varillas
El tema de la red de espionaje que operó en el sexenio de Rafael Moreno Valle puede ser el tiro de gracia a la unidad del grupo compacto que formó el ex gobernador durante su administración.
La publicación de los nombres de quienes fueron intervenidos en sus comunicaciones personales –los que se han conocido hasta el momento porque faltan muchos más- y lo que seguramente vendrá: la publicación de conversaciones comprometedoras que involucran directa e indirectamente al círculo más íntimo de Rafael, es un auténtico misil que puede destrozar el núcleo de la burbuja morenovallista.
Si bien la defensa pública fue obligada y pertinente en términos de control de daños, lo cierto es que en el ánimo de muchos de los aludidos caló muy hondo que hayan sido colgados, no ellos -algo que ya sabían-, sino sus familiares más cercanos.
Esa es la transgresión máxima.
“Conmigo lo que quieran, pero con mi familia no”- expresaron en su momento quienes ocupan hoy cargos de altísimo poder e influencia en la política y el servicio público poblano.
El tema de las grabaciones se salió de control.
El cambio de gobierno y la inminente falta de recursos para su mantenimiento generó que quienes recibieron la encomienda de espiar, sacaran respaldos de las conversaciones que tenían como involuntarios protagonistas a algunos personajes de la vida pública poblana.
Se acercaron, sobre todo, a los que fueron etiquetados como “enemigos” -políticos o personales- del anterior gobernador.
Pactaron reuniones en donde mostraron pequeñas muestras del arsenal con el que contaban.
Eran demoledoras.
El miedo de algunos los orilló a pagar auténticas fortunas por obtener el material.
Sin embargo, los engañaron.
Viendo el potencial del negocio, los espías hicieron varias copias de las llamadas, mensajes y correos electrónicos, para vendérselas a los adversarios y enemigos de sus clientes originales.
Así, el pretendido blindaje fracasó.
El botín se vendió varias veces a distintos perfiles y es evidente que se utilizará para los diferentes fines que a cada uno convenga.
Los aludidos, realmente, pagaron por nada.
Además, cada uno se protegió grabando a quienes ocupaban un lugar más arriba en esta cadena de mando, lo que vuelve el tema una auténtica bomba de tiempo.
Tal parece que nadie se salva.
Las consecuencias de lo anterior las veremos en su real dimensión, a medida que se acerque el momento de las definiciones de cara a la coyuntura electoral del próximo año y se dispare con mayor intensidad la ambición de cada uno de ellos.
La potencial fractura ya se esperaba.
Desde hace meses, era evidente que el enemigo real era el riesgo de fractura interna; ese que ya se sentía como una presencia constante.
La única figura que le daba cohesión al grupo era la de Moreno Valle.
A través de ese estilo tan peculiar de ejercer la autoridad, controlaba férreamente los apetitos personales y los sueños de gloria de quienes conforman su “corte”.
Nadie se salía del huacal, nadie se movía sin su venia.
Hoy, terminado su sexenio, dedicado “en cuerpo y alma” a su proyecto presidencial y sin las riendas del control político real, los demonios se han soltado.
Y no habrá marcha atrás.
Ya lo dijo el propio Rafael en su profética frase: “lo mejor está por venir”.