Por Valentín Varillas
Dos personajes trabajan incansablemente, sin prisas pero sin pausas, con el objetivo único de hacerse con el control absoluto de todo, absolutamente todo lo que tenga que ver con las decisiones que tome el Movimiento de Regeneración Nacional en Puebla, de cara a la coyuntura electoral del 2018.
Gabriel Biestro Medinilla, líder estatal y Rodrigo Abdala Dartigues, diputado federal, se han erigido como dos auténticos caudillos en la vida interna del partido de Andrés Manuel López Obrador y buscan obsesivamente llevar mano en el proceso de selección de candidatos para la elección del próximo año.
Para conseguirlo, han logrado cooptar a buen parte de los consejeros distritales que participarán en la asamblea estatal que se llevará a cabo dentro de unos días.
Según el CEN de Morena, el proceso de selección de candidatos para los estados del país se llevará a cabo a través del “consenso” al que lleguen quienes fungen como consejeros (10 por distrito) en cada una de las entidades federativas.
En el caso de Puebla serán 160.
Si el tan anhelado consenso no se da, los comités estatales presentarán al nacional una terna con tres probables candidatos, a los que el CEN añadirá dos más.
Los integrantes de esta lista final de 5 serán medidos s través de encuestas, cuyo fallo será inapelable.
Quien gane la encuesta gana la candidatura.
Nadie sabe quién se encargará de llevar a cabo los distintos ejercicios estadísticos ni si el método que utilicen sea de probada eficacia.
Pareciera, a simple vista, que se trata de un estrategia encaminada a disfrazar un inminente dedazo de López Obrador.
Para Biestro y Abdala, este sería el peor escenario, el de la imposición centralista.
Por eso presentaron ya una moción ante el CEN para que, en el caso de Puebla, se considere como consenso el llegar al 80% de los acuerdos y no a la unanimidad que supone la misma definición del término.
La realidad es que, los delegados en Puebla responden únicamente a los intereses de la dirigencia partidista, ya que fueron nombrados en tiempos en donde la estructura de Morena en Puebla apenas empezaba.
La mayoría, fueron electos con poquísimos votos a su favor –en algunos caso menos de 20- y sus decisiones tendrán hoy un peso específico enorme en la vida interna del partido.
El problema principal, en términos del desempeño electoral del partido, es que los nombres de los perfiles que serán propuestos no son los que más votos garantizan.
Al contrario.
Se trata de personajes sin estructura propia, sin liderazgo real en sus respectivas comunidades y sin la capacidad de movilización necesaria para obtener votos e intentar plantarle cara al morenovlallismo, experto en el manejo de estructuras para ganar elecciones.
No cumplen con los criterios de rentabilidad electoral, pero sí con la meritocracia interna para ser considerados como potenciales abanderados
Biestro y Abdala le han cerrado la puerta a posibles candidatos externos que pudieran compensar esta realidad y que en los hechos podrían maximizar el desempeño político de Morena en Puebla.
Quieren, a toda costa y a como dé lugar, mantener sus cotos internos de poder aunque esto suponga una derrota de Morena en Puebla.
“Perder el poder ganando el partido”- parece ser la máxima.
La misma que por décadas ensayo en Puebla el panismo tradicional.
Lo cierto es que, a punto de entrar a la hora de la verdad para Morena, en el Comité Ejecutivo Nacional del partido consideran a nuestro estado como un genuino foco rojo por omisiones y deficiencias de la dirigencia poblana.
Lo anterior es una auténtica tragedia para López Obrador y su proyecto presidencial, por el importante número de votos que aporta Puebla al padrón nacional.
Por extraño que parezca en el papel, un manotazo centralista de la dirigencia nacional podría ser la única vía de salvación para Morena en el estado.