21-11-2024 11:00:10 PM

PRI poblano: receta para el desastre

Por Valentín Varillas

La reunión de priistas previa a la realización de la Asamblea Nacional, celebrada el martes 27 de junio en el hotel Villas Arqueológicas de Cholula, resultó todo un desastre para la cúpula tricolor poblana.

Y es que, al momento de tomar la palabra, el ex gobernador de Oaxaca, José Murat, hizo una demoledora crítica del papel que tuvo el partido en el proceso electoral local del 2016.

Es más, dio a entender que el caso del PRI poblano se expone ya como modelo de lo que no se debe hacer jamás si se pretende ganar una elección.

Vergonzoso.

Primero, la agarró contra Jorge Estefan por el “pésimo rumbo” que ha tomado el partido desde su llegada al frente del Comité Directivo Estatal.

Un partido sectario, dividido, excluyente, que impide la unión de la militancia, que genera fracturas, divisiones y enconos al tomar decisiones basadas siempre en la imposición y no en acuerdos reales entre los distintos grupos que al interior coexisten.

En la óptica del oaxaqueño, lo anterior generó no solo traiciones importantes al seno del priismo local, sino también un éxodo de operadores fundamentales en el proceso de obtención de votos, los que prefirieron jugar los intereses de los adversarios del PRI y no del partido que los hizo y los formó.

El ejemplo claro, frío, contundente, demoledor de lo anterior es la caída en picada del “voto duro” priista en el estado.

Más de 200 mil votos han perdido en tan solo seis años, algo atípico si se compara con otros estados en donde el tricolor pasó de ser gobierno a oposición y donde inclusive el PRI pudo recuperar el poder después de la alternancia.

El caso Oaxaca, por ejemplo, que también conoce Murat y en donde gobierna su hijo Alejandro.

Lo que era su principal activo, hoy ya no les alcanza para ganar elecciones.

Además, existe una dependencia absoluta de ese voto duro, ya que el priismo poblano ha sido monumentalmente incapaz de sumar a distintos sectores sociales, más allá de las estructuras, a su oferta electoral.

En Puebla, están a años luz de vivir una situación similar.

De lo institucional, Murat pasó a lo individual y evaluó el perfil de la candidata a la gubernatura.

Otro caso de estudio.

Blanca Alcalá, cumplía en el papel con todos los requisitos de la rentabilidad electoral como para haber hecho un mucho mejor papel en el proceso.

En los hechos, resultó una decepción mayúscula.

¿El diagnóstico?

Una campaña muy mal diseñada, peor planeada y con una pésima operación en todos los sentidos.

Sobre todo en el plano mediático, en donde fueron incapaces de crear un mensaje certero, sólido, consistente, que pudiera resultar convincente para el electorado potencial.

Y en el del activismo político, en donde Murat cuestionó el por qué se falló rotundamente en este aspecto, cuando los millonarios recursos destinados para ese fin fluyeron sin problema alguno.

Es evidente que él, como todos los priistas en México, sabía la respuesta.

Habló de cerrazón, de no escuchar otras voces, otras propuestas en aras de que salieran mejor las cosas y hasta ventiló que pudo haber existido tibieza, cierto temor al gobernador Moreno Valle y a sus operadores, lo que tuvo un peso importante en el desarrollo de la campaña.

Y así, a grandes rasgos.

Pudo haber más, pero el tiempo era limitado.

El caso del PRI poblano ya es ejemplo para mal, para la militancia y la dirigencia nacional.

Vaya honor.

Y todavía no han visto lo peor.

Ya viene el 2018.

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