Por Rocío García Olmedo
Hace unos días en México, escuchamos un discurso que sin duda nos deja lecciones de vida. En el acto en el que el Estado Mexicano a través de la Procuraduría General de la República (PGR), ofreció disculpas y aclaración de inocencia por la arbitrariedad y la injusta impartición de justicia, en contra de tres mujeres indígenas de Querétaro: Jacinta, Alberta y Teresa; la hija de Jacinta expresó un discurso que ojalá todas y todos los que nos dedicamos a lo público, lo leyéramos y re leyéramos cuantas veces sea necesario, para seguir luchando “hasta que la dignidad se haga costumbre”.
De inmediato vinieron a mi mente algunas declaraciones que en los últimos días hemos escuchado en Puebla de algunos políticos de mi partido.
Ser un buen político no es una tarea fácil, especialmente en momentos en que existe una facilidad tan grande de caer en los extremos peligrosos de la sumisión servil, la abyección y hasta de la deslealtad y la traición, como condicionantes de la continuidad en la carrera política.
Si partimos de la definición de política cuyo objetivo es la búsqueda de poder, no importando cómo se obtiene, simplemente conquistarlo, (concepto que se atribuye a Maquiavelo, otros se lo adjudican a Weber) ¿se pueden definir como traidores, o como oportunistas? Creo que no.
Leía hace unos días un artículo que me envió un querido amigo, en el que su autor David Martínez Téllez refiere, “que si bien para fines académicos es importante saber a quién se le otorga poder; para fines prácticos da lo mismo porque buscan principalmente beneficios” (en política se conoce como elección racional) de manera que bajo esta premisa deciden lo que les conviene, ya que sólo buscan conservar sus beneficios y utilizan diversos medios para alcanzarlos, incluido el chantaje como forma de negociación.
En esa dinámica de cómo se adquiere, se conserva y se incrementa el poder, es realismo político y no sumisión entender las reglas del juego y entender la estructura política que históricamente vertebra el sistema.
En El Príncipe Maquiavelo incluso refiere también porqué se pierde el poder.
Hay una línea muy delgada, entre el entendimiento de esa estructura política y una estrategia mal proyectada para conservar “algo” de poder. ¿Los conducirá a su objetivo? No lo sé.
Lo que sí sé es que ante la decisión de caminarla, hay que asumir la responsabilidad individual que de ella resulte.
Porque las palabras pueden pasar a ser vacías y falsas si no van ligadas indisolublemente a la lucha contra el oportunismo, para no incurrir en parecer, que la sinrazón gana terreno desafiando el sentido común.
Lección de vida, decía la hija de Jacinta en ese discurso: “Los que seguimos en pie de lucha por la justicia, la libertad, la democracia y la soberanía de México, para nuestra patria, por la vida, para la humanidad, quedamos de ustedes (…) Hasta que la dignidad se haga costumbre.”