Por Valentín Varillas
A pesar de que todo apunta a que el Partido Revolucionario Institucional sufrirá en el 2018 otra catastrófica derrota que lo pondría al borde de la extinción, al interior del tricolor existe un grupo de militantes que propone echar a andar un profundo proceso de transformación de actitudes y prácticas políticas, que tiene como objetivo que el PRI vuelva a ser una opción electoral viable para los votantes mexicanos.
El tema se vuelve interesante en una coyuntura en donde se presagia que, a medida que se acerque la próxima elección federal y las encuestas vayan poco a poco adelantando el trágico presagio, en el partido habrá una histórica desbandada de militantes que intentarán saltar del barco antes de que se hunda irremediablemente.
El éxodo, juran, podría ser histórico, similar al que se dio hace 30 años con la salida de liderazgos como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo o Ifigenia Martínez.
Aquellos que pretenden salvar al PRI, se han planteado atacar frontalmente las debilidades del partido, como su falta de atención a los jóvenes, la estrecha relación entre los gobiernos emanados de él y la corrupción, además de la pésima imagen que tienen en otros grupos sociales, electoralmente muy activos.
Estos objetivos los han planteado en un muy extenso documento, del cual le comparto sus puntos más importantes.
Ésta es su columna vertebral:
“1.- El PRI ha perdido la credibilidad porque no ha realizado el cambio que prometió y se le confió. Hizo reformas estructurales en ámbitos económicos claves, pero falló frente a la corrupción, la inseguridad y la impunidad. Esta dimensión, vinculada al valor de la vida cotidiana y la ciudadanía es más importante que los cambios económicos y por eso la desigualdad, la pobreza, la inseguridad, la violencia, la impunidad y la corrupción cabalgan a la antigua usanza.
“2.- La indignación está instalada en la ciudadanía y la solución está en los jóvenes (18-40), para que se organizados pasen de la indignación de las redes sociales a la construcción institucional. Eso es posible con un candidato nacional joven que garantice la promoción de la ciudadanía y la regeneración de la vida política con tolerancia cero ante la corrupción desde un comportamiento ético.
“3.- El PRI puede liderar México tras las elecciones de 2018. Se necesita una propuesta clara de reconstrucción nacional de la ciudadanía contra la corrupción. Para ello se requiere un espíritu de unidad y democracia participativa que ahora no existe. México está polarizado entre los antisistémicos, cansados de la impunidad y la corrupción, pero que quieren resolverlo con un líder populista y los sistémicos que creen que ha habido avances en la economía y la política, pero que están inmersos en la impunidad y la corrupción.
“4.- ¿Es el PRI es el partido de la corrupción?. Para cambiar esta percepción es indispensable un giro que contemple por lo menos: dejar de solapar a los ‘peces gordos’, impulsar investigaciones serias, reducir los enormes márgenes de discrecionalidad para el ejercicio de recursos en las entidades federativas porque el problema es estructural.
“Los malos resultados abren una coyuntura favorable para que el PRI cambie su relación con los grupos que se benefician de la corrupción. Se ha demostrado que los votantes sí penalizan al partido en el poder cuando la percepción de corrupción es alta. el PRI tendrá que decidir si toma grandes decisiones para la reconstrucción o seguir la senda hacia el cementerio político. Dos años, poco tiempo pero “sí se puede”. Nosotros tenemos una propuesta”.
¿Cómo la ve?
El reto parece titánico, sobre todo porque los principales liderazgos tricolores insertados en la presidencia de la República, parece normar su actuar en sentido contrario a esta propuesta de refundación.
Total, ellos ya pactaron, que se chingue la militancia.
