Por Valentín Varillas
De no ser por el caso del supuesto enfrentamiento con Fernando Manzanilla, en términos de alianzas y acuerdos reales de alcances políticos, Rafael Moreno Valle llega al final de su sexenio rodeado de su núcleo íntimo, ése que lo ha acompañado de cerca desde sus inicios en la política y el servicio público poblanos.
El triunfo del 2010 se logró, entre otras cosas, gracias a la capacidad de ir tejiendo amarres con distintos actores políticos que en su momento sumaron esfuerzos en aras de sacar al PRI de Casa Puebla.
La gran mayoría de ellos se fue quedando en el camino y transitaron de ser aliados incondicionales a enemigos irreconciliables.
¿Qué tal el caso de los Calderón?
El ex presidente y su esposa fueron fundamentales en el otorgamiento de los apoyos políticos y económicos necesarios para ganar el estado.
La operación del gobierno federal se dejó sentir con fuerza y sirvió para reforzar los de por sí cercanísimos lazos del candidato poblano con el magisterio encabezado entonces por Elba Esther Gordillo.
Hoy, los Calderón son el estorbo principal del sueño presidencial del gobernador.
¿Y qué me dice de Ernesto Cordero?
Como Secretario de Hacienda se sumó gustoso a la cruzada anti-PRI encabezada por Moreno Valle y después de la victoria del “cambio” en Puebla, se aseguró de que no existiera ningún obstáculo presupuestal al inicio del sexenio, para empezar a dar resultados desde el primer día de la administración.
El hoy senador se dice traicionado por el morenovallismo, ya que le fueron negados los apoyos cuando contendió por la dirigencia nacional del PAN enfrentando a Gustavo Madero.
Es nula la relación con César Nava, quien en ese momento fungía como líder nacional del PAN y quien fue el primero en destapar al entonces senador Moreno Valle como candidato del blanquiazul al gobierno del estado de Puebla.
En el caso de la derecha poblana, los damnificados son varios.
Desde Eduardo Rivera Pérez hasta Rafael Micalco, pasando por Francisco Fraile, Humberto Aguilar Coronado, Juan Carlos Mondragón o Miguel Ángel Mantilla.
Todos se fueron quedando al margen del circulo íntimo que conformó el centro neurálgico de la toma de decisiones oficiales en estos seis años.
Con miembros de otros partidos que integraron la alianza que sumó al triunfo de Rafael, sucedió algo parecido.
Ahí están los casos de Luis Miguel Barbosa Huerta, Miguel Ángel de la Rosa Esparza o el de Eric Cotoñeto Carmona.
Algo similar le pasó a Luis Maldonado Venegas.
Considerado en algún momento como parte de la columna vertebral del gabinete, vive hoy un auténtico destierro del grupo y, por lo tanto, del reparto de responsabilidades en el proyecto presidencial.
En el papel, se trataba de quien abriría las puertas del PRD a la gran alianza a favor de Moreno Valle y quien al final ni siquiera pudo amarrarla para beneficiar a Tony Gali en el proceso 2016.
También José Juan Espinosa entra en esta categoría.
Miembro del morenovallismo desde aquellos tiempos de la Secretaría de Finanzas, el JJ fue un aliado para sumar a Movimiento Ciudadano a favor de los intereses electorales del mandatario.
A través del esquema de “candidatura común”, se colgó de la estructura oficial de operación del gobernador y logró la presidencia municipal de San Pedro.
En teoría, su partido habría sumado algo en aras del triunfo de Tony Gali en la alcaldía de Puebla en ese 2013.
Hoy, hipnotizado porque alguien le dijo que podía ser candidato a la gubernatura, juega a ser crítico de quien lo hizo y formó políticamente.
Es evidente que, en la coyuntura en la que entrará Moreno Valle a partir del 1 de febrero, a su círculo de intereses se sumarán varios nombres.
Unos sumarán, otros no.
Sin embargo, todo indica que seguirá contando con su leal burbuja, para encargarse de las tareas prioritarias en su búsqueda por la presidencia.
Si la logra, ¿cuántos de los que en su momento fueron sus aliados acabarán igualmente defenestrados al término del mandato?