Representante de Antorcha Campesina en la zona Norte del Estado de Puebla
Durante varias semanas hemos sido tema pertinaz de los medios de comunicación; un día sí y el otro también se les da generoso espacio a quienes nos injurian y nos satanizan; incluso, se nos condena en los métodos, en las formas y en los fines, lo que exhibe el odio que despierta en ciertos políticos nuestro trabajo de organización decidida y creciente de los pobres, para enfrentar su difícil situación material y la denigrante marginación de que son objeto y que pareciera no tener límite.
Si el objetivo de Antorcha fuera luchar contra la pobreza, pero sólo a nivel declarativo; si obedeciera los cotos que intentan ponérsele; si agradeciera las migajas que pretenden darle; si sus dirigentes se dedicaran a “trabajar” en una oficina y se concentraran en idear leyes y reglamentos para ceñir el actuar de los ciudadanos pobres; si en lugar de estar en la lucha diaria por las demandas de los más menesterosos, anduvieran buscando los reflectores mediáticos y condenaran desde su pedestal a los “malos y corruptos” funcionarios, pero al día siguiente vendieran su voto y su desempeño a esos mismos funcionarios, para obtener a cambio jugosos favores; si todo eso hiciéramos los antorchistas, no seriamos objeto de ataques tan virulentos y tan ruines por parte de aquellos que, valiéndose del poder que tienen y escudándose en él, nos combaten con lodo y agresiones físicas.
En concreto, se nos exige que salgamos del tianguis de San Martín, porque ahí sólo vamos a alterar los cacicazgos, que por años han controlado ese centro de comercio y se han enriquecido a costa de los miles de comerciantes que cada ocho días se rifan la vida y la estabilidad económica, además de tener que cumplir con la cuota semanal, que en el mejor de los casos es de cien pesos, para los líderes que les “brindan protección” y les “permiten” ocupar un espacio donde ofrecer sus mercancías. Los ataques contra Antorcha, buscan que nada se mueva en ese mercado popular, que continúen los abusos contra los comerciantes; son un mensaje de que poderosos intereses gubernamentales buscan a toda costa que ahí continúe el control antidemocrático, sostenido principalmente por Manuel Valencia (hoy flamante candidato a diputado por el PT).
En el centro histórico de la ciudad de Puebla, donde la Presidenta Municipal ha apostado todo su empeño para verlo libre de comercio informal, el Sr. Guillermo López Cruz –que desempeña un papel similar al de Don Manuel Valencia, ambos amparados y en contubernio con “otro gran líder” que es Don Carlos Talavera-, impone su control en las calles aledañas al mercado Cinco de Mayo; sólo él reparte puestos, “brinda protección”, impone su ley. Por eso vocifera furiosamente contra Antorcha, que acudió a dar respaldo a decenas de comerciantes agraviados, entre ellos una minusválida que relata cómo fue despojada abusivamente de su puesto mientras permaneció internada en un hospital recuperándose de una amputación.
Lo más grave es lo que sucede en Izúcar de Matamoros. Ahí, una persona de la tercera edad vendió a los antorchistas un predio de diez hectáreas, que logró recuperar después de largos años de sufrimiento y cientos de trámites y viajes a las oficinas respectivas, para lograr que le reconocieran el derecho de propiedad que algunos “ejidatarios”, entre ellos Nacho Cuevas y los hermanos Vargas (que no son precisamente ejidatarios, pero sí medran con el ejido), les habían arrebatado con lujo de violencia, de la que aún hacen ostentación.
Esta persona les vendió, con todas las de la ley, su predio a los antorchistas, los cuales trataron en días pasados de tomar posesión de su legítima propiedad, pero fueron recibidos a machetazos y golpes por un grupo de individuos, dizque ejidatarios, que reclaman una propiedad que saben perfectamente que no es de ellos. A la fecha, no hay castigo a los agresores, ni restitución del predio, pero sí mucha prensa para el membrete que crearon para taparse el rabo los caciques, cobijados por la CNC.
Pero el fondo de esa agresión no es un conflicto por la propiedad de un predio, sino la respuesta feroz de un cacicazgo que ve la presencia de los antorchistas como una intrusión en “su territorio”, intención caciquil que han querido disfrazar como una “resistencia de los pueblos” contra la presencia de Antorcha.
Pero todos los ataques que aquí resumo, toda la gran cobertura que se le da a quienes nos agreden impunemente y nos ofenden a su gusto, no pueden estar ocurriendo sin el aliento de alguien con poder y dinero suficiente para instrumentar esta operación. Pero yo le aconsejo que no pierda mucho su tiempo, que no arriesgue su menguada credibilidad, ni desvié vanamente recursos en este intento. Hay una forma más fácil y efectiva de acabar con Antorcha: resolverle a la gente sus demandas, disminuir su marginación y su pobreza, repartir mejor la riqueza social; cuando ya no haya pobres habrá acabado Antorcha. La mano que usa el poder para alentar el linchamiento contra nosotros, debiera entender que todos los que antaño nos han atacado de manera similar, no han conseguido más que darnos más aliento; y a ellos les ha significado, a la larga, terribles derrotas políticas y electorales. Ojala que cuando se convenza de nuestros consejos, no sea demasiado tarde.