Por Valentín Varillas
Sumido en el más completo desprestigio y en la más contundente impopularidad, el gobierno federal ha decidido ensayar una peligrosa estrategia que tiene como objetivo el criminalizar la protesta social.
La sospecha de que la mano oficial detrás de los saqueos y actos vandálicos que se detonaron a partir del anuncio del aumento en los precios de las gasolinas, en varios estados del país, nos enseña hasta dónde está dispuesto a llegar el actual régimen con tal de sobrevivir hasta el final del sexenio.
Inocular miedo en la sociedad, generando un clima de supuesta inestabilidad y anarquía, es el primer paso hacia la búsqueda de la justificación de potenciales acciones represivas.
A la par, desde hace semanas se analiza el presentar ante el legislativo federal, iniciativas de ley que amplían las facultades de las Fuerzas Armadas mexicanas.
Si bien, mediáticamente se ha manejado que existen presiones que tienen su origen en el mismo núcleo de la vida castrense nacional, para nadie es un secreto que éstas fueron ideadas y que cuentan con el aval, además de la promoción del ejecutivo nacional.
El mensaje del Secretario de la Defensa Nacional en diciembre pasado, no deja lugar a dudas.
Exigió ante el presidente Peña y representantes de los otros niveles de gobierno, darle forma a un marco legal que regule la actuación del ejército y la marina en las tareas de seguridad pública.
Para no pocos especialistas en el tema, esto contraviene las recomendaciones de organismos internacionales de derechos humanos, los cuales plantean el retiro paulatino de las fuerzas armadas del combate en contra de la delincuencia.
El tema no es menor.
El buscar la legitimación de un régimen por la fuerza, en vez de a través de acciones de gobierno que beneficien a la sociedad, es una auténtica receta para el desastre.
¿Qué puede llegar a tramar el grupo en el poder que al parecer se siente ya perdido?
¿Qué acciones podría tomar en aras de garantizar su impunidad y supervivencia, ante un escenario realista de probable triunfo de Andrés Manuel López Obrador?
De la respuesta a estas preguntas dependerá el rumbo que tome la vida nacional, no sólo en el período previo al proceso electoral del 2018, sino en el mediano plazo.
Esto definirá el tipo de país que tendremos los próximo años.
Es mucho lo que está en juego y los riesgos de un mal cálculo pueden ser devastadores.
El tejido social está muy dañado y cada vez suenan con mayor fuerza más las voces de quienes aseguran ya no estar dispuestos a soportar más.