Era una mañana cualquiera, de un sábado cualquiera.
No para Javier.
Todo cambió cuando al lote de autos usados en donde trabaja, propiedad de su tía, ingresaron tres hombres armados.
No buscaban dinero, tampoco llevarse alguna de las unidades que ahí se exhibían.
En el colmo de lo absurdo ni siquiera lo buscaban a él.
El blanco del ataque era alguno de los dos hijos de la propietaria que de milagro no se encontraban en ese momento en el lugar.
No les importó, igual se lo llevaron.
Al no ser el destinatario de la maniobra los términos y la forma de operar la negociación cambiaron.
Sin embargo, la siempre cruel llamada para exigir el rescate llegó de inmediato.
Esa que inevitablemente hiela la sangre de quienes la reciben.
Lejos de guardar silencio, los familiares decidieron seguir al pie de la letra las recomendaciones de las autoridades, esas que aseguran que la denuncia es el mejor antídoto contra la operación de la delincuencia organizada.
Acudieron a la Procuraduría en busca de ayuda.
Nada recibieron.
Agentes del MP incrédulos, dudaban de la veracidad de las declaraciones.
Investigadores “profesionales” exigían más datos, más señas, más información para siquiera iniciar formalmente con lo que en teoría es su chamba.
Hasta que llegó el colmo.
Un alto funcionario de la dependencia se atrevió a sugerirle a los denunciantes: “pues primero paguen el rescate y después ya veremos”.
¿Complicidad?
¿Sociedad macabra entre autoridades y secuestradores?
Desilusionados, indignados y sobre todo mortificados por el destino de su hijo, recurrieron a las autoridades federales, en concreto a la delegación Puebla de la PGR.
Mismo resultado.
Sin importarles el hecho de que se trata de un delito de alto impacto social y de ir en contra del propio discurso del presidente Calderón, recibieron un portazo en la nariz con el argumento de que se trata de un “delito del fuero común, no federal”.
¿Qué hacer entonces?
¿A quién recurrir?
Javier sigue sin aparecer y la contundente realidad continúa contrastando con el optimista y siempre mentiroso discurso oficial.
Sálvese quien pueda.
Como ciudadanos, estamos solos en esto.
DURMIENDO CON EL ENEMIGO
¿Alguna vez escuchó aquello de que el peor enemigo de un poblano es otro poblano?
Esta máxima se aplica al pie de la letra al interior del Puebla de la Franja.
En un momento clave para la salvación del equipo aparecen, con un timing de precisión quirúrgica, cuestiones extra futbol que podrían poner en riesgo la permanencia.
Denuncias de fraude y declaraciones estúpidas, que si bien pueden ser reales, no tienen razón de ventilarse públicamente si tomamos en cuenta lo complicado de la coyuntura actual.
Al final, eso mete ruido al vestidor cuando por fin se le ve forma y tamaños al equipo.
¿Que Bernat es un pillo?
Todo el mundo lo sabe.
¿Qué sin embargo le ha ganado de todas todas a Henaine?
También es un hecho.
La falsa polémica que se pretende generar parece ser un capítulo más de esta estúpida lucha de egos entre personajes mediocres que nada tienen que aportar ya a la organización, pero que con sus actitudes dañan irreversiblemente la cohesión de grupo.
Jugadores y técnico deberán desarrollar la capacidad de blindarse de lo externo y concentrarse en lo verdaderamente importante.
Aunque los verdugos estén adentro con el hecha bien afilada, no se les va a hacer.
latempestad@statuspuebla.com.mx