Por: Valentín Varillas
El gobernador Moreno Valle no intervendrá de ninguna forma en la conformación del gabinete de Tony Gali Fayad.
Hace apenas unos días, el mandatario en funciones le dejó claro a quien a partir de febrero ocupará su lugar, que tiene la más absoluta libertad para elegir a quienes lo acompañarán durante el brevísimo período en el que estará al frente del ejecutivo estatal.
El tema podría parecer de lógica elemental.
Un gobernador que llega al cargo tiene, como una de sus facultades básicas, el poder elegir a conveniencia a sus secretarios, subsecretarios y demás cargos importantes de la administración pública poblana.
Pero en el contexto actual de la transición, en la práctica pesan otros factores.
Hoy se vive un escenario inédito en donde, por primera vez, pudo amarrarse la tan ansiada continuidad sexenal.
En el imaginario colectivo de la mayoría, se piensa que la administración de Gali será por decreto una extensión del gobierno de Rafael Moreno Valle.
Si en verdad Tony tiene en los hechos la autonomía total para designar a su equipo, daría el primer paso firme en aras de darle a su gobierno personalidad e imagen propios.
Ese va a ser uno de sus principales retos.
Por un lado, ser congruente con la promesa de campaña de darle continuidad al modelo de gobierno implementado por Moreno Valle y, por el otro, no dejar dudas de que los derechos y obligaciones inherentes al ejercicio del poder, los ejercerá plenamente.
Sin embargo, en la conformación de su gabinete, el gobernador electo tiene un problema: la falta de un equipo propio.
El Galismo es un fenómeno reciente que no se gesta todavía como grupo político de peso en Puebla y que tal vez, por falta de tiempo, nunca acabe de ser una realidad.
Por eso, necesariamente tendrá que echar mano de varios personajes importantes que forman parte aún de la administración de Moreno Valle.
Ellos tendrán que continuar en el gobierno, no necesariamente en la misma cartera que actualmente desempeñan, pero su integración en el nuevo gobierno será imperativa.
La pregunta es ¿quiénes y en dónde ponerlos?
No todos los morenovallistas ven con buenos ojos que alguien “externo” a aquel núcleo compacto que se formó en la Secretaría de Finanzas en el sexenio de Melquiades haya sido elegido como sucesor de su líder.
Algunos se sentían con los tamaños para haber sido nombrados.
Juran que su lealtad es a prueba de balas y aseguran que cumplieron con la totalidad de los exigentes requisitos que marca la meritocracia de grupo para lograrlo.
Hoy se sienten traicionados.
Dudan que Tony esté dispuesto a dejarlos llevar mano en el proceso para elegir candidato en el 2018 y harán todo lo que esté a su alcance para no quedar fuera, otra vez.
Con lupa tendrá que analizar el nuevo gobernador el perfil de quienes va a integrar a su gabinete, para evitar a toda costa las consabidas traiciones.
Hay una duda: ¿tiene toda la información necesaria para determinar con precisión quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos potenciales?
¿Conoce realmente, con absoluta certeza el contexto político en el que se mueve?
Todo parece indicar que no.
Diría el clásico: “el diablo está en los detalles”.
Y vaya que los hay, de sobra.
Ya lo verá.