Por Alejandro Mondragón
En la víspera del arranque formal de los comicios en Puebla, donde sólo se juega la gubernatura, predominan la simulación de los actores políticos y la presencia de los llamados fantasmas electorales.
Con éstos, lidiarán los candidatos y, particularmente, el gobernador.
Que Rafael Moreno Valle pactó con el presidente Enrique Peña Nieto la entrega de Puebla, a cambio de garantizar el mejor séptimo año de su sexenio para un exgobernador de oposición.
Que Moreno Valle se jugará el todo con Tony Gali, toda vez que su triunfo es su único boleto seguro para el 2018 sin deberle nada a nadie en el PAN y PRD, partidos que lo dejaron solo, pero además quitándoles a los presidenciables de Los Pinos algo más que los dientes.
Que la fuerza del morenovallismo como expresión política en cinco años enfrenta su prueba de fuego para trascender más allá del sexenio. Si pierde se formará detrás del bartlismo, melquiadismo y marinismo. Si gana, entonces, su hegemonía durará algunos lustros más.
Que ningún partido político en Puebla tiene la capacidad de presumir el control de militancia y estructuras. Son cascarones electorales. El PRI con una corriente de priistas con compromisos con el morenovallismo. El PAN sometido en la cúpula, pero las familias custodias preparadas a lo que mejor saben hacer: contracampaña y huelga de votos. El PRD ni dirigencia ni ejército electoral. El Panal con líderes empleados del morenovallismo, pero con maestros y dirigencias nacionales amenazados con seguir los pasos de Elba Esther. Movimiento Ciudadano con su dirigente Dante Delgado con el góber, pero su estructura con el PRI. El PVEM, donde la mejor cara de este aliado del PRI es el yerno de Tony Gali. Y así.
Que Blanca Alcalá ya tiene la foto con todos los priistas que compitieron en la interna, pero no sabe quién será el judas de la campaña. Tony Gali carece de la foto con los panistas de abolengo, aunque eso sí: el control morenovallista cierra el espacio a la traición.
Que Mario Marín será, por su protagonismo, en el personaje al que los morenovallistas querrán poner en la boleta electoral, sin que Blanca Alcalá lo pueda remediar.
Que el rector de la BUAP, Alfonso Esparza, ya le garantizó a Tony Gali todo su apoyo para evitar que la universidad se convierta en arena electoral, aunque de la misma manera se sumó a Blanca Alcalá. Ambos candidatos tienen un personaje con influencia hacia El Tío Poncho: Jorge Estefan Chidiac.
Que tanto Alcalá como Gali tienen en común que sus dirigentes nacionales, Ricardo Anaya y Manlio Fabio Beltrones no quieren cargar ni con el éxito, pero menos con el fracaso de sus campañas.
Que nunca antes una elección por la gubernatura había arrancado tan pareja. En empate técnico. Así lo indican los sondeos de Demotecnia, Mendoza Blanco y Asociados y Consulta Mitofsky.
Que el sector más agobiado por la campaña es el mediático. Es cuestión de lealtades, pero también de concesiones. La mayoría, con dos velas prendidas. Lo que no saben es que los grandes temas de escándalo se operarán en la radio nacional y Reforma.
Aunque Jorge Estefan Chidiac aparezca en fotos con Blanca Alcalá, en realidad ya tiene acuerdos con el morenovallismo y el mismísimo Tony Gali.
Que el reto principal del morenovallismo es infundir el miedo a los poblanos ante un eventual regreso de Marín de la mano de la candidata del PRI.
Y el dilema de Blanca Alcalá será sostener en el imaginario colectivo que Peña Nieto, gabinete y operadores del PRI se sumaron a la campaña y no es ooooooootro timo más.