Por: Valentín Varillas
Cuentan que en el círculo más íntimo del gobernador Moreno Valle ha llamado la atención la atípica calma con la que se maneja desde hace algunas semanas el mandatario estatal.
Se le ve extrañamente tranquilo, mesurado, ajeno a las reacciones impulsivas que lo caracterizan cuando algo sale mal.
Ya no más gritos a todo pulmón.
Ya no más amenazas explícitas.
Ya no más mentadas de madre.
Y mire que, por lo menos en lo político, varias coyunturas importantes han tenido un desenlace terrible para los intereses electorales del régimen.
¿Qué pasa?
Imposible saberlo con exactitud, pero juran que la metamorfosis es radical.
La primera muestra de lo anterior se dio después del fracaso de los esfuerzos para amarra la alianza con el PRD.
Se trataba, sin duda, de un asunto de altísima prioridad en la estrategia de operación electoral para el proceso de junio próximo.
El gobernador maximizó esfuerzos, compró voluntades e hizo trabajar horas extras a sus operadores, en aras de sellar el compromiso de sumar a la “izquierda” al proyecto continuista.
Nada fue suficiente.
Una vez que el CEN del Sol Azteca hizo oficial el aborto de la coalición, quienes recibieron la encomienda de sellarla a como diera lugar fueron citados en Casa Puebla para las inevitables y en este caso penosas explicaciones.
Ahí llegaron, más que nerviosos, temerosos: Luis Maldonado, Jorge Benito Cruz, Carlos Martínez Amador y demás alfiles del morenovallismo infiltrados en ese partido.
Ante su monumental fracaso, esperaban una reprimenda de antología.
No fue así.
El gobernador se limitó a preguntar qué había pasado exactamente en las horas previas a la negativa perredista.
Le interesaba, sobre todo, saber si sus incondicionales habían cumplido los acuerdos, si se dieron o no traiciones y quiénes fueron los personajes que con más fiereza golpearon la posibilidad de la alianza.
Nada más.
Una vez contestados los cuestionamientos, simplemente dio las indicaciones necesarias para “ajustar” la estrategia electoral ya sin el PRD de su lado.
Otra reacción “extraña” de Moreno Valle se dio el día que el diario Reforma le dedicó sus ocho columnas, acusándolo de haber “hipotecado” al estado por los próximos 50 años.
El madrazo mediático, en el contexto del proyecto presidencial del mandatario poblano, era demoledor.
El equipo de comunicación social del gobierno poblano estaba ya, desde muy temprano, preparado para lidiar con el tema y las consecuencias que se generarían en el ánimo de su jefe.
Una nueva sorpresa.
Tranquilidad casi absoluta.
Tal vez porque ese día Moreno Valle estaba más preocupado por la visita del presidente Peña a Puebla para inaugurar el Hospital de Traumatología y Ortopedia que lleva el nombre de su abuelo, pero su reacción no fue la que se esperaba.
Se limitó a pedir la información referente al fideicomiso otorgado a la empresa Evercore para recordar sus reglas de operación y ordenó la realización de una conferencia de prensa y un carrousel de medios para explicar el tema desde la óptica oficial y, sobre todo, para que se bajara su manejo en programas e informativos locales.
Extraño, muy extraño.
La lógica elemental supondría que, en las antípodas de enfrentar la que en teoría es la elección más importante de su vida política, el gobernador luciera nervioso, presionado y que de esta manera se potencializaran aquellos rasgos tan particulares de su estilo de ejercer la autoridad.
Una característica muy temida entre sus subordinados.
Pues no, en los hechos ha sido todo lo contrario.
¿Cuál será realmente la fuente de semejante tranquilidad?
¿Qué sabe él que el resto de los mortales ignoramos?
¿Estará en los hechos más allá del bien y del mal, independientemente del resultado de junio próximo?
¿Será que están dadas las condiciones para que él gane, aunque su candidato pierda?
Juran que la tranquilidad y el optimismo de Moreno Valle fue todavía mayor después de los 30 minutos que platicó a solas con el presidente Peña, en el marco de su gira por Puebla, teniendo como únicos testigos los salones de clase de la escuela Mano Amiga.