Por: Valentín Varillas
Aunque públicamente todo fue aprobación y expresiones de apoyo, la verdad es que en el ambiente del notariado poblano cayó como auténtico balde de agua fría la iniciativa del gobernador de volver gratuito el trámite de escrituración en este año electoral.
El enojo de los fedatarios públicos se explica porque afectaron uno de los mercados más rentables para ellos: el de la vivienda de interés social.
La generosa concesión otorgada por el mandatario poblano establece la obligación de escriturar sin costo inmuebles que no excedan un valor comercial de 550 mil pesos y que se trate de la primera propiedad del beneficiado.
El grueso de los ingresos de la mayoría de las notarías poblanas vienen precisamente de trámites con estas características.
De esta manera, al interior del gremio se gestó un movimiento que tuvo como primera acción concreta contra la medida, buscar un acercamiento con operadores y personajes cercanos a Rafael Moreno Valle y de esta manera hacer patente su inconformidad.
El autor intelectual y material de la rebelión fue el titular de la Notaría 24, ubicada en la 7 Oriente, en el número 2007 de la Colonia Azcárate.
¿Su nombre?
Sergio Moreno Valle Gérman, primo del gobernador y -gracias a eso- diputado local.
Este folklórico personaje se reunió con los interlocutores de mayor peso del morenovallismo para exigir que la medida anunciada -fundamental en el presupuesto electoral del régimen- se echara para atrás.
El tono era de absoluta rabia, indignación.
Sergio se asumió como la voz del notariado poblano y dio a entender que existía el riesgo de que decidieran no proceder de acuerdo a la iniciativa anunciada.
El notario fue escuchado con paciencia.
Al terminar su perorata, de manera inmediata, recibió la respuesta del régimen.
De no acatar dócilmente la medida y sumarse entusiastas a ella, habría consecuencias:
El retiro de la concesión -propiedad del gobierno estatal- al total de los notarios poblanos.
En este contexto y de acuerdo a lo establecido en el artículo 4, las labores de los notarios las realizarían jueces de lo civil de los distintos distritos judiciales y de no ser suficientes, se le darían facultades a servidores públicos estatales para realizar estas funciones en oficinas públicas, a lo largo y ancho del territorio poblano.
La segunda consecuencia sería el que el gobierno estatal sacaría a concurso mil nuevas concesiones en condiciones preferenciales para que los nuevos notarios se encargaran de los trámites gratuitos y de paso, abarataran el mercado de tal manera que se acabaría uno de los negocios más rentables de las últimas décadas.
Ante semejante contundencia, Sergito palideció.
No pudo articular palabra alguna, únicamente alcanzó a tartamudear un esbozo de respuesta.
Como colofón, se le dijo que el gobernador, su primo, esperaba que con esta reunión estuviera por fin convencido de lo pertinente de la medida.
Que era necesario que este nuevo entusiasmo lo transmitiera de la mejor manera a sus compañeros de profesión y que, en su faceta como legislador, debía de votar a favor de la iniciativa y convertirse en uno de los pilares del trabajo del cabildeo con otras fuerzas políticas para lograr, de ser posible, la tan anhelada unanimidad.
Y así o hizo.
No le quedó de otra.
Sin embargo, la etiqueta de traidor pende ya, irremediablemente, sobre su cabeza.
Se trata de uno de los “pecados” peor castigados por el grupo político en el poder.
Valga esta historia para revalorar aquella máxima producto de la sabiduría popular que establece aquello de “cría cuervos…”.
En la política poblana es mucho más que un lugar común.