Por: Socorro López Espinosa
El nuevo salario mínimo fue anunciado, sorpresivamente, el pasado viernes, tal como se esperaba no cubrió la expectativas. Su aumento se relaciona con la inflación, y no con lo realmente importante: que alcance para comprar por lo menos la canasta básica.
Los integrantes de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) acordaron un aumento de 4.2 por ciento, al salario mínimo, que en términos reales es de 2.94 pesos diarios, así que una persona que trabaje ganará 73.04 pesos diarios.
En Puebla dicho incremento apenas si alcanza para comprar dos tortas o bolillos, unas 10 tortillas; pero ni siquiera alcanza para pagar el transporte urbano de 6.00 pesos, o el pasaje en el Ruta que cuesta 7.50 pesos.
Hace unos días señalamos en este espacio, que el incremento no sería de golpe a los más de 80 pesos que proponen algunos para medio recuperar el poder adquisitivo, y que tampoco la desindexación es la respuesta a ello.
Lo que determinó en esta ocasión el bajo incremento al salario mínimo y que se anticipara el anuncio fue la oposición de los empresarios, pues según ellos un mayor porcentaje “presionaría las revisiones contractuales”.
Así que con tal argumento, ya podemos imaginar cómo andarán las negociaciones entre sindicatos y patrones el próximo año no mayores al 4.2 por ciento, porque se siguen basando en la inflación y a partir de ello dirán que “la mejora salarial ahora sí supera el alza de precios”.
¿En serio lo creen?
Se supone que el salario mínimo es eso. El pago más bajo que cualquier persona puede percibir. En tanto que los salarios contractuales se negocian, entre sindicatos y empresas a partir de otros factores, tales como productividad, desgaste, capacidad y, por supuesto, la inflación registrada hasta el momento de la negociación.
Si los empresarios argumentan que un incremento mayor desataría inflación, entonces ¿podemos entender que ellos aceptan, de entrada, que se ponen de acuerdo para provocar la escalada de precios?
El salario mínimo -como lo apuntamos anteriormente- debe estar en función del costo real de la canasta básica, mientras que los salarios contractuales además deben responder a la productividad.
Así que aún pasarán algunos meses para lograr que el ingreso de los mexicanos realmente sea el adecuado para que recupere su capacidad de compra, que sea suficiente para cubrir sus necesidades básicas.
Incluso, falta que sea promulgado el decreto para desindexar el salario que llevará a la creación de la UMA, aunque ya fue aprobado por más 16 Congresos estatales. Con ello la UMA sustituirá al salario mínimo como unidad de medida para el pago de multas, prerrogativas de partidos políticos, contratos hipotecarios y otros aspectos.
Esto será otro tema a considerar por los sectores productivos, pues ahora si se verá qué nivel alcanzarán las disposiciones administrativas; por ejemplo, las multas por contaminar, por inseguridad, por violar las normas que se aplican a las empresas.
Para la mayoría les resultaba muy económico algunas multas porque al fijarse en salarios mínimos, era poco el monto que erogaban, aún así apelaban la sanación.
A ver qué tiempo tarda en publicarse el decreto, y esperar a ver cómo continúa la discusión sobre monto real que debe pagarse como salario mínimo.