Por: Juan Manuel Mecinas
En el debate que se ha suscitado a últimas fechas sobre las candidaturas independientes, bien vale la pena apuntar una diferencia esencial: los candidatos son independientes porque se postulan sin partido político, no porque carezcan de grupos de interés, amigos, conexiones políticas y acuerdos con distintos grupos para postularse y para obtener votos. Una buena parte de la academia y la opinión pública no comprenden este importante matiz.
No obstante, no se debe dejar de criticar la falta de transparencia de los grupos que apoyan a un candidato independiente, de los acuerdos políticos que le permiten postularse y lograr una victoria, de los grupos de interés que financian su campaña, lo que no es exclusivo de los independientes, sino que es una constante dentro de los partidos políticos.
El ejemplo de Jaime Rodríguez, El Bronco, es paradigmático: un candidato independiente que es tal porque se postuló sin partido político, aunque sus conexiones con grupos políticos y empresariales que le ayudaron a ganar la gubernatura de Nuevo León están lejos de ser los de un ciudadano común.
Y es que, precisamente, salvo casos excepcionales, los candidatos independientes no son ciudadanos comunes, sino son ciudadanos con aspiraciones políticas pero sin cabida en los partidos políticos, o políticos que no lograron una candidatura dentro de dichas organizaciones y que piensan que son la mejor opción dentro de su partido para ganar una elección.
¿El éxito de los independientes debilita a los partidos?
No necesariamente. El éxito de los independientes refleja decisiones erróneas de los partidos políticos y el rechazo ciudadano, porque es claro que con candidatos idóneos dentro de los partidos políticos, los independientes no tienen posibilidad de triunfo. Como ejemplo, el éxito del Bronco demuestra el secuestro de los partidos políticos por parte de sus élites que toman decisiones erróneas y dejan paso a un candidato que muestra las carencias de los candidatos postulados por los partidos políticos.
Por eso, los partidos políticos tendrían que estar enfocados en fortalecer su estructura y postular los candidatos óptimos, no en debilitar las opciones de postulación de los independientes.
¿Son populistas los independientes?
No necesariamente y tampoco no necesariamente hacen campañas distintas a las de los candidatos de partidos políticos (piénsese en Fox en el año 2000 y se podrá observar que la elección del Bronco no tiene muchas diferencias).
Así, las voces que condenan a los independientes por su populismo y por sus conexiones con grupos de intereses olvidan que los partidos políticos hacen lo mismo y que el reto, finalmente, tendría que ser fortalecer a los partidos, que no debilitar a los independientes.
Una respuesta contra las candidaturas independientes como se está dando a nivel estatal es autocrática, ya que pretende que los partidos prevalezcan no porque ofrezcan mejores soluciones, sino porque los independientes son una amenaza a su coto de poder. Si esa es la razón, mal le irá a un sistema que necesita que el partido se ofrezca como la mejor opción, no como la única.