Por: Jesús Manuel Hernández
El discurso central de Enrique Peña Nieto el pasado sábado, ante la estructura del PRI, o lo que queda de él, se centró en dos conceptos: el populismo y la demagogia.
Curiosamente ambas han sido dos de las principales herramientas que el tricolor ha empleado históricamente para detentar el poder y acomodar a sus candidatos a la preferencia electoral.
Los priístas arroparon a un presidente que ha llegado al peor porcentaje de desgaste y no aceptación popular. Pensarán que con eso se salvará lo que resta del sexenio mientras especulaban sobre quién sucederá a César Camacho en los mandos en medio de una división del gabinete aumentada por los inamovibles del grupo peñista y los políticos que lograron el acuerdo para gobernar.
División a todas luces incrementada por la fuga de El Chapo, el hombre más buscado por la policía y el más popular entre quienes han sido pisoteados por el sistema.
Pero hubo otro destinatario del discurso: Andrés Manuel López Obrador.
Y es que el líder de MORENA parece haber perdido en su mensaje la línea mantenida en los últimos meses donde una buena parte de los mexicanos había ciertamente volteado a verlo como la solución del país.
Estadísticamente López Obrador tiene en su activo nada despreciable más de 20 puntos de aceptación, tres años antes de las elecciones presidenciales.
Andrés Manuel convocó a los líderes y miembros de la CNTE oaxaqueña a sentarse a dialogar con él con miras a las elecciones de 2018 para “revertir” las decisiones en contra de los maestros y el IEEPO, convertidos en una mafia desprestigiada ante la sociedad mexicana por su proceder y manejo arbitrario de presupuestos y plazas; sin embargo la decisión en su contra está basada en el contrato colectivo de trabajo.
López Obrador ha sido criticado por esta postura en favor de la CNTE, que por el contrario ha sido avalada por una buena parte de los mexicanos. Se asumió en los medios como una postura “populista y demagógica”, tema que Peña Nieto aprovechó, sin mucho éxito.
Finalmente López Obrador parece que tuvo un tropiezo, un discurso no bien evaluado en la línea de las elecciones de 2018, hasta ese momento bien cuidado.
Peña Nieto aprovechó el error de El Peje, pero es tan mala su aceptación, tan reducido su margen de maniobra que pasó desapercibido y quedó en un discurso víctima de lo que criticó.
