Las pseudo campañas de los candidatos han estado rodeadas más de propaganda que de propuestas.
Y por si fuera poco la violencia se asoma en al menos siete entidades que representan algo así como el 42 por ciento del Padrón Electoral del país.
Las cifras son alarmantes. ¿Puede un país con 83 millones de electores darse el lujo de reconocer que en siete entidades donde vive el 42 por ciento de electores, más de 34 millones de ciudadanos con credencial para votar, hay riesgo de violencia el 7 de Junio?
Al momento de escribir esta columna aparece en la prensa nacional la confirmación de que en siete Estados de la República se encienden los focos rojos por la violencia desatada en tiempos electorales, lo que obliga a la PGR, Ejército, Marina, Policía Federal, Cisen, etcétera, a poner especial cuidado en esas entidades.
Se trata de Guerrero, Tamaulipas, Jalisco, Estado de México, Michoacán, Nuevo León y Veracruz; algunas de ellas famosas internacionalmente o por el narcotráfico o por la reciente violencia.
Ante los observadores internacionales México vive un retroceso de civilidad y democracia, asuntos que sumados a la corrupción y desconfianza generada por las autoridades por las complicidades en negocios al amparo del poder, pone los pelos de punta.
Campañas para anular el voto, convocatorias para no votar, trolls y bots cargando los ataques y la deshonra son la sal y pimienta de las campañas que no han acabado por penetrar en ninguna parte.
Luego entonces México vivirá una elección turbia, lejana de la participación masiva, opacada por la violencia y el descrédito internacional en cuanto a confianza y soberanía.
Cuánto sentido cobra el discurso de Fernando del Paso hace unos meses “¿cuándo se nos fue de las manos el país?”, preguntó.
Y es que mirando detenidamente el escenario, hasta los beneficiados con la oligarquía deben estar preocupados.
