Lo anterior, parece demoledor de cara a una coyuntura electoral como la del próximo año.
Aplastados los estatutos y prostituida la ideología, bien vale la pena preguntar cuál PRD será el que aparezca en las boletas.
Es que hoy, en la práctica, hay muchos:
El que en el colmo del pragmatismo se alía con la delincuencia para financiar campañas encaminadas a llevar criminales al poder.
El que desata una serie de complicidades internas para evitar que estos criminales que compitieron bajo sus siglas paguen ante la ley por los delitos que cometieron como funcionarios públicos.
El que se indigna, sale a la calle y pide justicia por los crímenes cometidos por sus correligionarios.
El que sacrifica ideología para ponerse al servicio del gobierno federal y se suma a acuerdos en lo oscurito para la aprobación de las reformas.
El que al margen de estos acuerdos pide la renuncia del presidente Peña.
El que en entidades federativas formó alianzas con fuerzas políticas ajenas a sus principios a cambio de exiguas posiciones en los gobiernos de coalición.
El que, como en los casos de Puebla y Morelos, sirve como comparsa de omisiones gubernamentales y abusos de poder.
El que, en esos mismos casos, organiza marchas, plantones y manifestaciones para señalar estos abusos y omisiones.
Militantes y simpatizantes no tienen ni idea de lo anterior.
Si bien es sano el disenso y la coexistencia de grupos distintos al interior de los partidos, en el caso del Sol Azteca se ha sobrepasado ya cualquier posición.
Más que una institución democrática se ha convertido en un partido anárquico víctima de una esquizofrenia política preocupante.
La tan anunciada fractura de la izquierda institucional ha sido mucho mayor a la pronosticada originalmente y ahí está ya Morena, lista para alimentarse de los despojos perredistas.
