23-11-2024 07:16:17 AM

Entre la pérdida del tiempo y el despertar

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“La existencia se va como aire entre las manos…”, habremos dicho más de una vez. Este hecho está vinculado con la postura filosófica que ve la vida como un sueño ¿Cómo podríamos asumir que estamos despiertos si a nuestro alrededor pasa una infinidad de sucesos de los cuales no nos percatamos?

opinion07Y si estamos dormidos ¿no es cierto que dilapidamos el bien más preciado: nuestro tiempo?

Considerar la vida como un sueño es una constante en diversas culturas: el gran reto del hombre consiste en despertarse, en desembarazarse de esta existencia, aprender de ella y asumir conscientemente su origen y rumbo.

El ilustre Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo y poeta español, abordó el asunto del despertar, el sueño y la vida, por ello nos dio pautas en forma literaria: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

Entonces, siguiendo lo que sostiene Calderón de la Barca, lo que llamamos vida en realidad es una gran ilusión y nuestros destellos de lucidez, de creatividad, de genialidad, son signos del estado de vigilia verdadero.

Como nuestras facultades están poco desarrolladas -signo de que estamos dormidos-, permitimos que la vida se nos vaya literalmente por un caño, por ello somos muy inconscientes de que la vida es una totalidad de todos los momentos que pasamos por este planeta, lapsos que derrochamos como si nunca se fuera a acabar.

¿En qué ocupamos nuestro tiempo? Por ejemplo, de acuerdo con organizaciones no gubernamentales como el Centro de Transporte Sustentable EMBARQ México (CTS EMBARQ), quienes habitan en el Distrito Federal pierden hasta 2.4 años de su vida atrapados en el tráfico, a ello agreguemos los años que se pasan haciendo filas y esperando turno, los años gastados esperando a las personas con las que tenemos cita, los años que pasamos llenando formularios y realizando trámites, por citar algunos casos, sin que esos lapsos signifiquen siquiera un momento de meditación, de lectura, de reflexión, si acaso los ocupamos en quejas y malhumor.

En consecuencia, se asume que estamos dormidos porque nuestras facultades y potencialidades están latentes, con grados mínimos de desarrollo que nos reducen la realidad que experimentamos.

Como no basta con entender en qué consiste el proceso de despertar, el trayecto está revestido de aparentes “despertares”, de pasajes en los cuales como destellos creemos que ahora sí hemos despertado, pero sólo con el paso del tiempo confirmamos que éstos son estados ilusorios de un proceso mayor.

El derroche de nuestro tiempo de vida es una combinación entre inconsciencia y abundancia: somos más inconscientes en la medida en que creemos que tenemos mucho de algo, por ello entre más jóvenes somos, más dilapidamos nuestro tiempo y el de los demás.

Si estamos como dormidos en nuestra existencia y dilapidamos nuestro tiempo, entonces ¿cómo podemos revertir todo ello? Ante el universo infinito ¿no acaso sólo un ser dormido o poco inteligente podría considerarse centro y rey de cuánto existe?

El valor de cada momento sólo podemos alcanzarlo actuando desde la consciencia de mí en el mundo; en vez de actuar divorciados de nosotros mismos, ajenos, dormidos… sin saber, sin sentir, sin percibir el resultado de nuestros actos.

Aunque parezca contradictorio el despertar verdadero puede presentarse en nuestros lapsos de sueño, cuando nuestro cuerpo y mente se reponen del trajín diario, también cuando reflexionando sobre una cosa hallamos otra o cuando practicando un arte o un deporte se destapan nuestros sentidos, en fin, gran parte de la solución del enigma está dentro de uno, pero debe tener repercusiones sociales, en caso contrario podríamos quedar atrapados en el autoengaño.

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