22-11-2024 02:13:48 PM

Vivir sin lamentaciones

Tiene razón quien afirma que lamentarse del pasado es una pérdida de tiempo, porque lo sucedido no puede modificarse; en cambio, sí puede atraparnos y anclar nuestro andar a pasajes, que inclusive para quienes también los presenciaron, pasaron desapercibidos.

De la misma manera, debatirse en la incertidumbre angustiosa por el futuro conlleva una carga de inutilidad, pero existe otra más que nos puede acercar a cambiarlo.

Lamentarse es la conjugación de una serie de sentimientos negativos que van desde la contrariedad, el dolor y el arrepentimiento, pero que como van entremezclados, confunden y aturden. La combinación de sentimientos negativos que desembocan en la desolación nos roban la serenidad y energía… nos quitan vida.

Es socialmente aprobado como una muestra de ser persona de “bien” que alguien se lamente sobre un hecho particular, pero otra visión permite asumir con valor las adversidades, entonces puede ser considerado como alguien desalmado y sin sentimientos, porque nos han inculcado que el dolor y la pesadumbre nos vuelven más humanos. Lo anterior siembra sentimientos de culpa y puede anclarnos a estados depresivos.

El pasado no se puede cambiar. Pero sí se puede transformar la percepción que tenemos de él, y por supuesto la que tienen los demás. Somos lo que hemos hecho, como lo hemos digerido, como ha quedado registrado y la forma cómo eso va cambiando con el tiempo; pero lo hecho, hecho está. La percepción de lo realizado es en gran medida lo que somos, es decir, somos moldeados por nuestras creencias y pensamientos.

Nuestra actitud frente a lo sucedido, decantarlo a positivo o negativo, depende sólo de nosotros, todos esos aprendizajes, no importa de donde vengan, es lo que a su vez nos van edificando caóticamente, es decir, nos va formando multidireccional y multifactorialmente.

Si parece obvio que lamentarse del pasado es fatuo, más claro resulta la inutilidad de estarse quejando de lo que aún no sucede; no me mal interprete, no me estoy tampoco refiriendo a tomar una actitud de pasividad  ni asumo que el futuro sea inalterable, sino todo lo contrario.

De forma coloquial se acepta que el futuro es lo que sigue del presente, que todavía no sucede y que no sabemos cómo será, pero eso también es relativo en gran medida, le pondré un ejemplo:

Los grupos y hombres más poderosos de la Tierra ya viven en una realidad que es futura para el resto de los mortales, con aditamentos tecnológicos, conocimientos y medicina exclusiva y con estrategias mercadológicas, políticas y bélicas de las cuales la mayoría sólo vivirá los efectos. Véalo así: ellos en gran medida viven en el futuro, diseñan y dirigen el porvenir de las mayorías.

Forman así la consciencia que aglutina las voluntades individuales en torno a una directriz predeterminada, para que en ese sentido actúen y vivan las mayorías.

Por lo menos a partir de distintas metodologías, entre ellas la Planeación Prospectiva,  podemos prever con cierta certeza en qué consistirá el futuro y cómo podemos modificarlo, en consecuencia, la acción es lo único que cabe de manera correcta, en lugar de la lamentación y la resignación.

Dos elementos son vitales en la Planeación Prospectiva: la participación de la sociedad y el proceso metodológico como medio formativo.

El primero se refiere al involucramiento de la comunidad y el  segundo es relativo a que en el proceso de planeación los participantes hallen elementos que contribuyan a su formación permanente, pero hay algo más: propiciar espacios de ésta índole permiten dar el salto de la lamentación a la acción, porque congregarse, escuchar al otro, a los otros y ser escuchado es más que un elemento técnico, es un componente terapéutico.

Lamentarse del pasado o del futuro no nos permite ver que sí podemos asumir las riendas de nuestras vidas, de nuestras sociedades y de nuestro país, triste noticia para quienes nos tienen sometidos a través del dolor.

About The Author

Related posts