“Excomunión a quienes determinaron aprobar la ampliación de las causas de despenalización del aborto en la capital y a quienes se acojan a lo establecido en este marco jurídico aprobado por la Suprema Corte”, es la amenaza por medio de la cual el clero católico busca impedir que el gobierno del Distrito Federal provea servicios de salud a aquellas mujeres que deseen la interrupción de su embarazo hasta la semana 12.
En términos reales ¿qué tanto puede influir en el imaginario colectivo nacional actual una frase que fue utilizada como arma de manipulación y control durante siglos en nuestro país, pero que en pleno siglo XXI parece obsoleta y sin sentido?
El vender un posible castigo divino que tendría como consecuencia el “quemarse eternamente en las llamas del averno” ¿es un argumento válido para no poner este día sobre la mesa de discusión un asunto que debería de analizarse única y exclusivamente bajo el crisol de la salud pública?
Por supuesto que no.
La estrategia no es nueva.
Desde la misma llegada de los conquistadores españoles se utilizó hasta el cansancio en el proceso de “domesticación” y “evangelización” de los pueblos prehispánicos.
“No tienen alma” decían.
“Si no se convierten estarán condenados al fuego eterno” aseguraban.
Y así, estos argumentos fueron en realidad un cheque en blanco para que el clero católico matara y torturara a placer, acabando de paso con vestigios importantísimos de civilizaciones mucho más adelantadas y avanzadas que la de los propios españoles en un sinnúmero de aspectos.
Se equivocaron.
Durante siglos, la misma amenaza de excomunión sirvió como una muy efectiva arma para convertirnos en un pueblo terriblemente supersticioso y profundamente ignorante.
La misma tesis se aplicó a mansalva para “castigar” a quienes se atrevieron siquiera a enterarse de los postulados de la Ilustración, o a quienes leyeran a los enciclopedistas Voltaire, Rousseau o Diderot, es decir: excomunión a quien osara pensar más allá del dogma.
Se volvieron a equivocar.
La historia se los ha demostrado.
Por si fuera poco, en los albores del México libre, el clero católico decidió también fustigar con la excomunión a personajes de la talla de Miguel Hidalgo o José María Morelos.
La Iglesia de Jesucristo fue un factor clave para su detención y posterior fusilamiento.
Otra vez se equivocaron.
¿Se imagina lo que hubiera sido de este país sin este par de auténticos héroes nacionales?
Nuevamente la historia les enseña su error.
Más adelante, el clero apoyó a Iturbide y no a Allende, a Santa Ana y no a Gómez Farías, a Maximiliano y no a Juárez.
No le atinaron a una sola.
Otra vez la historia.
Y así una y otra y otra vez.
¿Se volverán a equivocar otra vez?
Seguramente.
El dogma y la cerrazón les impiden ver que, a pesar de los esfuerzos que por años se han llevado a cabo en los ámbitos públicos y privados, son decenas las mujeres en México que año con año pierden la vida por practicarse abortos en la clandestinidad.
Sí, ese es el punto central del debate y no aprobar una licencia para matar, como muchos lo quieren hacer ver.
Las mujeres en México siguen abortando y el hecho de que se trate de un acto penado por la ley no ha disminuido su incidencia.
Ahí están los números.
Ahí están las clínicas clandestinas que son manejadas por auténticos charlatanes, mercaderes de la “salud” que hacen negocios millonarios escudándose en la misma prohibición.
¿Entonces?
La única forma de detener los embarazos no deseados que desembocan en potenciales abortos es a través de una educación sexual real, efectiva, al margen de tabúes religiosos y preceptos morales.
Por cierto, a eso también se opone la iglesia católica.
Mientras desde el púlpito se siga vendiendo que el uso de anticonceptivos en un pecado y que estarán condenados al infierno quienes se atrevan a ponerse un condón, cualquier esfuerzo de concretar y masificar una auténtica educación sexual en México estará condenado al fracaso.
¿Qué proponen entonces los ensotanados?
¿La abstinencia, cuando ni ellos mismos la practican?
Por favor.
Llama la atención que el clero católico venda la defensa de la vida como principal argumento en el tema del aborto cuando, como institución, la Iglesia ha sido uno de los principales asesinos de la historia, a pesar de aquello de “NO Matarás”
¿Por qué no utilizar la misma lógica en los millones de juicios sumarios que la Santa Inquisición llevó a cabo durante siglos en contra de inocentes con acusaciones tan ambiguas y estúpidas como la herejía o las prácticas judaizantes?
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